A Jorge Abelardo Ramos por Augusto Céspedes
Sr. Jorge Abelardo Ramos
Buenos Aires
Mi estimado Ramos:
Vine en el avión leyendo el libro de Jauretche, divertidísimo, y no solo divertido sino instructivo como una lección de anatomía. La autopsia in-vivo del doctor Palacios me llenó de satisfacción. Encuentro que Jauretche, con quien no puedo compararme como articulista, guarda conmigo un paralelismo en su concepción y conducta de la vida política, tal como he podido entenderlo a través de una autocita que hace de su libro “Los Profetas del Odio” que no conozco y quisiera conocer. Es lástima que estemos tan apartados y que recién ahora conozca a Jauretche, después de haber estado seis años exilado en Buenos Aires. Por ese alejamiento y desconocimiento mutuo, es que Jauretche cuando habla, por ejemplo, de los magnates que en Europa reciben “giros” de su “oficina” que es la colonia, menciona como arquetipos a Faruk y Ali khan, y se olvida de Patiño que es el más gordo ejemplar de esa fauna. De Bolivia, durante 40 años, le giramos a Patiño cantidades de dólares anuales que eran más del doble del presupuesto general de la nación, o sea de la “oficina”. Y una vez muerto este cocodrilo, cuando nacionalizamos las minas ya vaciadas, tuvimos que seguir girando a sus herederos otros millones de dólares como “indemnización”, hasta que se acabó la plata de la oficina. Desde el año pasado ya no mandamos más giros al “señor” Patiño, pero la obligación continúa pendiente porque los nacionalizadores de la mina no convinieron siquiera el monto indemnizable. Así, quedamos en condición de giradores a perpetuidad.
Ya aquí leí el “Partido Comunista en la Política Argentina”. Es suculento, y también instructivo para hacernos saber lo que pasó en Rusia y su reflejo en los ojos bizcos de los izquierdistas nativos que miran hacia la derecha. Muy gracioso es ver que ciertas consignas stalinistas, descartadas por sus mismos autores, sirvan aún como abono animal en los cerebros de algunos comunistas bolivianos que aun escriben y lanzan programas sobre las “nacionalidades oprimidas” y la “creación de repúblicas indígenas”. El libro de Jorge Obando se funda en esa tontería.
Todo lo que usted escribe es fuerte, nutritivo y además sabroso, como esos asados bárbaros que devoré en Buenos Aires los tres días que estuve ahí. Lástima que no pudimos charlar sino a la medida de una taza de café.
Ortiz me escribe diciéndome que le envíe a usted 50 ejemplares de “Sangre de Mestizos”. Así lo haré. Ojalá salgan.
Le abraza
AUGUSTO CÉSPEDES.