LA PUBLICIDAD, RELIGION YANQUI

Con Estrategia Psicológica Pretende EEUU Ganar la Guerra Fría

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS.–  Fué la gran producción en masa la  madre de ese monstruo que se llama publicidad. La urgencia de crear mercados e inventar “necesidades” superfluas, de vencer competidores y hacer conocer los nuevos productos, encontraron en las formas modernas de la propaganda el “sésamo ábrete”.  Estados Unidos fué el gran creador y consumidor del nuevo artículo. Allí se fabricaron los “slogans” y ellos mismos los consumieron. La publicidad se transformó en una nueva fe y los yanquis fueron sus fieles. Los políticos norteamericanos (que nunca dejaron de ser hombres de negocios) utilizaron todos los artificios y medios dignos de la “Pepsy Cola” para sus campañas electorales. Los triunfos se sucedieron y la publicidad corroboró su eficacia.

Pero si los mercados extranjeros fueron dóciles a tales afiches, se muestran reacios a la propaganda política. Los argumentos: nuestra política es “la mejor del mundo” y “he aquí seis razones para amar a los Estados Unidos”, sólo despiertan el humorismo de los europeos. Los stalinistas realizan su propaganda sobre ciertos pilares nacionales, pero los millones de dólares yanquis exasperan a los franceses por el despilfarro. Publicaciones, radio, televisión, afiches, todos apelan a una ingenuidad y credulidad que está muy lejos del espíritu francés, tradicionalmente escéptico.

En agosto de 1950 el Departamento de Estado creó una oficina nacional de la estrategia psicológica con referencia la “guerra fría” y recientemente se ha aprobado un programa de cinco millones de dólares para el “sostén secreto de los Estados Unidos para la publicación y exportación de libros”. De esta manera el estado subvenciona a una empresa privada para la edición de libros y folletos que se calculan en 24 millones de ejemplares, de los cuales sólo cuatro millones serían en inglés. La finalidad, según Dan M. Lacy, jefe de la división de los centros de información en el extranjero del Departamento de Estado, es presentar “el punto de vista norteamericano sobre los problemas internacionales contemporáneos”. Naturalmente que para lograr efectividad, estos libros serán redactados por sus ciudadanos de los países a quienes van dirigidos. Un detalle muy interesante de la sagacidad publicitaria de estos titanes de la política se refiere a la “adaptación” de los textos de acuerdo a las mentalidades particulares de cada zona de influencia. El mismo Dan M. Lacy ha citado el ejemplo de una biografía de Abraham Lincoln destinada a los niños de Corea del Sur: “Este libro ha sido “coreanizado” a tal punto que las ilustraciones presentan a Lincoln y su familia con algo de oriental para que no resulte extraño a los lectores coreanos”.

 Esta subestimación del espíritu crítico ajeno adquiere un relieve absurdo cuando se trata de los países europeos. Trescientas becas serán distribuidas el año próximo con el fin de hacer conocer “la gran democracia del norte”, pero no olvidemos que Daniel Guérin, el autor de “Oú va le peuple americain” recogió su magnífica documentación gracias a una beca del Departamento de Estado. Siete millones de dólares está gastando Estados Unidos en Francia y se nos escapan varios de los rubros secretos. Casi un millón y medio de dólares gastan en “apoyo psicológico” en las zonas de concentración de tropas yanquis. Pero el país de Babbit aun no ha alcanzado la suficiente sagacidad para vender otra  cosa que heladeras.

Artículo publicado en el diario Democracia

Edición del Lunes 30 de Junio de 1952 Pág. 1

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