LA JUNGLA SE SUBLEVA

Desde el Fondo de las Selvas, Malasia Inicia su Guerra por la Libertad

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS.- La lucha de barricadas fué abolida por las grandes urbes por la apertura de las avenidas y la subsiguiente aplicación de la artillería.  La guerra de guerrillas continúo poseyendo, sin embargo, una creciente importancia en los conflictos civiles cuyo teatro es la montaña, la selva o el campo.  Esta guerra singular, si bien no altero los principios fundamentales del arte militar, ofreció numerosas variantes y fuentes de reflexiones para los militares.  Con la conclusión formal de la última guerra mundial aparecieron numerosos movimientos de insurrección colonial que no solo han enriquecido los manuales militares sino que incorporación a la vida política y social de la humanidad pueblos enteros.

La guerra de la selva

Estas insurrecciones han quebrado el esquema tradicional de las economías metropolitanas, haciendo peligrar su estabilidad interna.

Por lo tanto, seguir su evolución y sus caracteres reviste una alta importancia para la opinión pública independiente.  Malasia constituye un interesante ejemplo de guerra de guerrillas y aunque las autoridades británicas han preferido llamar a la lucha malaya una “operación de policía”, llevada contra “grupos de bandidos”, la realidad muestra otros hechos que son difíciles de ser desfigurados.

El imperio británico ha desarrollado el más agudo sentido político para disociar las zonas coloniales que domina.  Esta política de división obtuvo éxitos importantes en el pasado; pero las actuales circunstancias del mundo los han vuelto innocuos.

En Malasia, por ejemplo, las autoridades inglesas dividieron el país en tres partes: Singapur pertenece jurídicamente como una colonia de la corona.  Es una base militar y naval en la que reposa el dispositivo estratégico del imperio en el Extremo Oriente. Luego esta Kuala-Lumpur, capital de una federación malaya de un organismo administrativo complicado; nueve sultanatos garantizan el apoyo de la aristocracia nativa hacia el capital británico.  Finalmente, el Comisariato británico para el Sudeste asiático, que posee sus propias prerrogativas.  Detrás de la fachada gubernativa se encuentran las masas trabajadoras de Malasia, compuestas de chinos, malayos y una minoría Hindú.

La política clásica de Gran Bretaña en Malasia fue explotar las rivalidades entre estos grupos nacionales para permanecer en el archipiélago como árbitro y explotador supremo. Pero el incendio asiático dejó caer sus chispas en ese emporio de caucho y estaño, y chinos y malayos se han unido contra los británicos.  Desde 1945 la escena de la lucha es la jungla, una escena perpetuamente móvil, cuyos actores aparecen y desaparecen sin dejar rastros, realizan operaciones de guerrillas contra nudos ferroviarios, atentados contra los cuarteles británicos, sabotaje en gran escala y toda suerte de ataques que contribuyen a debilitar la presencia imperial en Malasia.  No se trata de un ejército sino de unidades pequeñas, disciplinadas y aptas para la penuria, el hambre y el sacrificio.

La población china y malaya de las ciudades ayuda con alimentos para los guerrilleros.  En esta tarea de solidaridad participa también la clase  mercantil china, demasiado próxima a su país de origen y que juega astutamente en un medio peligroso: se trata de ayudar discretamente a los probables vencedores, moralmente respaldados por Mao.  Pero en realidad seria falso designar como “comunistas” a estos guerrilleros.  En todo caso, de trata de un basto conglomerado de combatiente cuyo programa esencial es la independencia de Malasia y cuya ideología se nutre tanto del liberalismo de Sun-Yat-Sen como del populismo agrario de Mao-Stalin.  Diversas tendencias trabajan en el interior de este invisible  y eficaz ejército de la jungla. Las últimas informaciones indican que la aviación británica llevará coordenados ataques contra los campos sembrados de los guerrilleros, para inutilizarlos con bombas químicas.  Se trata de sitiarlos por hambre y obligarlos a abandonar la selva.  Los ingleses olvidan, sin embargo, que toda Malasia es una selva.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Lunes 26 de Mayo de 1952 Pág. 1

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