PROBLEMAS PARA ALI MAHER

A Gran Bretaña le Interesa Ahora “Esquilar” el Algodón Egipcio

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS. (Especial).- Los noticiarios franceses han permitido una visión plástica y directa de la lucha en Egipto.  La magia de la visión ha completado el material cablegráfico, que siempre ofrece un aspecto indirecto del acontecimiento real.   Los tanques británicos entrando lentamente en las casas pobres de Ismailía, reduciéndolas a ruinas; los francotiradores egipcios acurrucados en las ventanas; el equipo moderno de las tropas inglesas contrastando con las armas herrumbrosas de los guerrilleros populares; el polvo y la sangre confundidos en las calles, todo ha sido captado por la cámara.  Testimonio brutal de la lucha contra el imperialismo, sería difícil ante esas escenas que un profesor de Oxford proporcionara sutiles argumentos sobre el rol civilizador  del imperio en el Valle del nilo.

            Algodón muy caro

            Acorralado en el límite preciso de sus posibilidades históricas, el imperio británico aun tiene la fuerza suficiente para poner su ley en la zona del Canal. Pero desde Kichtener han pasado muchas cosas en la tierra faraónica.  La crisis de las potencias imperialistas (las dos últimas grandes guerras y el pánico de 1929) permitieron el desarrollo de la industria egipcia y el nacimiento correlativo de un joven proletariado nacional.  La aparición de una nueva fuerza social en la arena política del Medio Oriente ha colocado en difícil situación a la City.  Ya no se trata solamente de discutir con el padre de Faruk, a través del aventurero Lawrence o de algún embajador persuasivo las condiciones de un tratado listo para firmar.

            Las masas en las calles no pueden ser persuadidas, sino con las armas, pero jamás la fuerza constituyó ninguna garantía de pacificación permanente.  Egipto no está sólo ni es el único problema que afronta Gran Bretaña.  Si Nahas bajá pudo caer con su gabinete, arrastrado por la fuerza incontenible del pueblo en armas,  Alí Maher Pachá no encontrara su camino sembrado de flores.  Por el contrario, la marcha victoriosa de los movimientos nacionales contemporáneos, cuya fuerza motriz es la clase obrera, proporcionará a Egipto la atmósfera y la ayuda indispensables.  La educación política alcanzada por el pueblo egipcio en un combate del que es principal protagonista imbuirá de un nuevo sentido a su próximo futuro.  Los ingleses, sin embargo, no han pedido el tiempo durante el siglo transcurrido.  Como aquel esquilador de ovejas a quien no le preocupaban las creencias religiosas de su rebaño sino el derecho de esquilarlo, a Gran Bretaña le interesa esencialmente el algodón de Egipto y las plantaciones del Sudán.

La clase terrateniente

Doce mil setecientos terratenientes egipcios acaparan el 40 por cierto de la superficie cultivable de algodón.  El resto se encuentra disperso en manos de pequeños labradores asfixiados por los impuestos, la falta de fertilizantes artificiales y los primitivos instrumentos de producción agrícola.  En Egipto todavía se utiliza un palo de madera con punta metálica arrastrado por  bueyes, como el tiempos de Amenofis IV.  La clase terrateniente esta profundamente unida a los compradores británicos, que son los principales clientes del algodón, cuya producción se exporta casi totalmente.  Los ingleses desarrollaron el cultivo algodonero a raíz de la guerra civil norteamericana, que dejó el mercado textil de Lancashire sin el precioso producto.  De allí esa solidaridad de intereses imperiales, que constituye, con la resolución del problema agrario, el principal obstáculo para una verdadera independencia económica y política del Egipto moderno.  Si esa clase parasitaria no es destruida, el pueblo egipcio verterá su sangre inútilmente.  El nuevo gabinete no constituye por cierto una garantía hacia esa revolución necesaria.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Martes 19 de febrero de 1952 (Pág. 1)

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