Crónicas del nuevo milenio.
El trío más mentado que pisó la calle Simbrón, en Villa del Parque
Jorge Raventos*
A mediados de la década del 50 del siglo pasado, en dos cuadras de la calle Simbrón (las del 3000 y el 3100), en Villa del Parque, se cruzaron personajes que jugarían un papel en la historia.
Por esos tiempos, el Instituto Evangélico Americano (“el Evangélico” a secas para los vecinos, colegio pegado al templo que hace esquina con Cuenca) había empezado a introducir reformas en su acceso de Simbrón al 3100: frente a sus nuevas puertas de vidrio y ya dentro de la línea de edificación, un amplio umbral de baldosas lisas se destacaba de las clásicas veredas acanaladas de la cuadra. Ese espacio pulido y coronado por un voladizo atraía cada tarde a una señora joven de porte elegante, pelo corto y ojos claros, que iba y venía por él empujando un cochecito con bebé a bordo mientras fumaba un cigarrillo tras otro (una anomalía para la época).
La dama se llamaba Risha Mindlin y estaba casada con Jacobo Timerman, un intelectual bohemio que todavía no se había proyectado a la notoriedad periodística, pero que ya ejercía el oficio (en la agencia France Presse y en las páginas de turf del vespertino Noticias Gráficas). El matrimonio vivía modestamente en la planta baja del edificio de Simbrón 3185, en un pequeño departamento con ventanas a la calle. El hall de acceso al Evangélico reemplazaba la mezquindad de patio de su hogar.
La vivienda de los Timerman -la tercera desde la esquina de Cuenca, justo frente al portal del templo- lindaba, hacia el centro de la cuadra, con la pensión El Paraíso, una amplia casona con glorieta que ofrecía alojamiento y comidas, gestionada por la familia Icely. Risha y Jacobo almorzaban a veces bajo la amable sombra de las pérgolas y parras de El Paraíso; ella le daba ayuda escolar a Guillermo, el hijo de los Icely, que tenía dificultades para satisfacer las exigencias del señor (Marcelo Desiderio) Pietrafacia, el maestro de sexto grado de la Escuela Rodolfo Rivarola.
Un agosto de los años 50, antes de que nacieran sus hijos, los Timerman hospedaron durante dos semanas en su minúsculo espacio de la calle Simbrón a una pareja de conocidos: Jorge Abelardo Ramos y su mujer, la uruguaya Fabi Carvallo. En rigor, Timerman y Ramos, no se estimaban demasiado.
Ambos ejercían el periodismo, pero Ramos lo hacía con ánimo militante. Además, era un historiador aficionado: ya había publicado el libro América Latina, un país. La política también los distanciaba: el primero había militado en una fracción del sionismo y Ramos era trotskista y simpatizaba con el peronismo. Agua y aceite.
Fabi gestionó el aterrizaje de los Ramos en el departamento de Villa del Parque; Jacobo no podía negarse, porque ella le había prestadoel oído con paciencia a muchos de sus poemas noctámbulos y le había pagado muchos cafés con leche en la calle Corrientes, en sus veladas de pobreza literaria. Los visitantes no nadaban en la abundancia, pero tenían pasajes para Francia y esa quincena en la calle Simbrón les permitía cuidar sus recursos escasos y reservarlos para París.
Risha se divertía en las comidas cuando su esposo y Ramos cruzaban espadas verbales, en duelos cargados de cultura, mordacidad y gracia. Ella competía con Ramos no en humor, sino en humo: fumaban a la par. Los Timerman se alegraron de que la quincena de hospedaje terminara. Risha necesitaba descansar: ya estaba notoriamente embarazada de Daniel, el primogénito. Dos años más tarde llegaría Héctor, el pequeño futuro canciller.
La noche previa a la partida de Ramos y su mujer, ya en septiembre, los cuatro comieron en El Paraíso. Pasarían varios años hasta que Ramos y Timerman volvieran a verse. A cien metros de ese escenario, en Simbrón 3061, vivía alguien con quien ni Ramos ni Jacobo tenían vínculo entonces, pero al que no tardarían demasiado en conocer: Rogelio Frigerio.
Quien sería el ideólogo y creador intelectual del desarrollismo era mayor que Timerman y Ramos: a mediados de los años 50 ya era un cuarentón; ellos tenían una década menos. De jovencito, Rogelio había sido miembro del grupo Insurrexit, un núcleo universitario ligado al Partido Comunista. Se había alejado de ese alineamiento pero seguía influido por el pensamiento de Carlos Marx y mantenía vivas relaciones de sus años de estudiante: un grupo de amigos que reflexionaban sobre el país que sobrevendría cuando concluyera el ciclo liderado Juan Perón. Ejercía el periodismo esporádicamente pero paraba con holgura la olla familiar gracias a una pequeña cadena de tiendas fundada por su padre (una de ella estaba en la calle Cuenca), cuya marca distintiva era el apellido Frigerio.
Prueba de que algunas de las ideas juveniles ya no pesaban sobre su vida personal, Rogelio no optó por la educación estatal para sus hijos El mayor de ellos, Octavio –que inició la primaria en Villa del Parque- no fue inscripto en la Escuela Rodolfo Rivarola, que además de ser pública tenía el beneficio adicional de quedar en la misma manzana de su casa y no requería atravesar calles, sino en el Instituto Evangélico. Rogelio se habrá cruzado muchas tardes, al regresar de la tienda, doblando por Simbrón, con Risha y Jacobo. Todavía faltaba más de un lustro para que entraran en contacto, y ya no sería como vecinos: Frigerio dejó su casa de la calle Simbrón antes de 1955, Timerman continuaría en el mismo departamento unos años más, hasta alcanzar cierto renombre y reconocimiento en el barrio. Los más informados sabían que ese señor alto, serio y atrincherado tras sus gruesos lentes, escribía una columna muy leída de La Razón, titulada Balcarce 50, con información política muy sabrosa.
Timerman aún residía en Villa del Parque cuando el gobierno militar inaugurado en septiembre de 1955 reprimió en junio de 1956 un movimiento cívico-militar encabezado por el general nacionalista Juan José Valle y aplicó la pena de muerte a muchos de sus actores. En el contexto de esta crónica de vecindades es necesario detenerse en uno de ellos, el joven capitán del Ejército Eloy Luis Caro, que vivía con su familia en Simbrón 3052, al lado de la Asociación Helena Larroque de Roffo (entonces una obra en construcción) y en la misma cuadra en la que había residido Frigerio, sólo que en la vereda de enfrente.
La casa de los Caro estaba siempre llena de chicos y en el barrio se la tomaba muy en cuenta porque habitualmente se veía estacionado en la puerta un fantástico Ford Fairlane, pintado para competir, con un enorme número (402) sobre las puertas. Su propietario, Humberto Altamura, era de la familia y se preparaba para correr en la naciente categoría de Turismo Standard, donde tendría performances notables.
El capitán Caro fue fusilado junto a otros camaradas el 11 de junio de 1956, en Campo de Mayo.
Un año más tarde, ya no andaba por las cuadras de Simbrón ninguno de esos personajes en desarrollo. Frigerio trabajaba junto a Arturo Frondizi; Timerman crecía en el periodismo y Ramos publicaba el que sería su libro más influyente, Revolución y contrarrevolución en la Argentina.
El joven Guillermo Icely, el chico de la pensión El Paraíso que Richa Midlin de Timerman había ayudado a aprobar el sexto grado y a ingresar a la secundaria, terminaría haciendo carrera como policía. En 1976, como subcomisario en comisión en la Casa de Gobierno, volvería a encontrarse con Timerman como mensajero del ministro de Interior del gobierno militar, el entonces general Albano Harguindeguy. El les advertiría a los Timerman que su confusa relación con el Proceso había concluido y que Jacobo iba a ser detenido.
Todos los personajes mayores de esta historia ya se fueron de este barrio. El último fue Icely, que murió en julio de 2014, en la provincia de Buenos Aires. Héctor Timerman, al concluir esta crónica, sigue siendo canciller.
*analista político y periodista. Fue vocero de la Cancillería
Fuente: Clarin.com// Opinion edicion del 18/10/2015