Una aproximación historiográfica a la obra de Jorge Abelardo Ramos

Fiebelkorn Ayelén[1].

Introducción

En la presente ponencia intentaremos acercarnos a la obra histórica de Jorge Abelardo Ramos1 del período 1945-1968 para indagar los modos concretos en que su discurso histórico constituye una lectura política del pasado en clave de una Izquierda Nacional argentina.

En función de ello, partimos de la afirmación de Acha en torno a que “la escritura de Ramos posee una <verdad histórica> que es la expresión en registro historiográfico de un deseo político”2. La reconstrucción del itinerario de dicha obra nos acercará a los modos concretos en que dicho deseo político se inscribe historiográficamente, al tiempo que nos propondrá variaciones en dicho registro, propias de los vaivenes de la vida política argentina en general y de la corriente de Izquierda Nacional en particular.

Nos centraremos en sus obras específicamente históricas: América Latina, un país (1949), Revolución y Contrarrevolución en Argentina (1957) e Historia de la Nación latinoamericana (1968); y, posteriormente, en dos ensayos de su autoría: Manuel Ugarte y la revolución latinoamericana (1953) y Crisis y resurrección de la literatura argentina (1954) que podrán ayudarnos a reforzar ciertos tópicos que aparecen esbozados en dichas obras históricas.

En un todo de acuerdo con la idea de que la producción intelectual que la Izquierda Nacional aporta a la cultura política argentina es principalmente historiográfica, nuestro punto de partida consiste en que su principal difusor, Jorge Abelardo Ramos, argumenta como historiador y su obra produce efectos interpretativos3, al tiempo que constituye el cuerpo de pensamiento más importante, destacado e influyente de esta tradición4. En tal sentido, la presente aproximación a sus obras puede contribuir al análisis del conjunto de prácticas e intervenciones concretas de la Izquierda Nacional del período 1945-1968 que, apelando a un registro histórico, proponen visiones del pasado. Tal registro histórico se organiza en torno a la refutación tanto de la historiografía liberal y sus versiones de izquierda, como al revisionismo oligárquico, asumiendo una formulación antiimperialista y recurrentemente latinoamericanista fundada en la dupla nacional-popular5.

En los análisis de la obra de Jorge Abelardo Ramos se suelen señalar ciertos argumentos novedosos: la pionera interpretación del peronismo como bonapartismo, la caracterización de Argentina como una semicolonia, su perspectiva de análisis en clave latinoamericanista -resumida en su legendaria frase “Fuimos argentinos porque fracasamos en ser americanos”-; así como una constante crítica de la izquierda tradicional argentina en su versión socialista y comunista. En efecto, estos son algunos de los tópicos más reiterados de su obra historiadora, ensayística, y a su vez de sus posturas públicas como militante político y figura hegemónica de la Izquierda Nacional del mencionado período.

Siguiendo a Ernesto Laclau postulamos que el discurso ramosiano se mueve en dos niveles discursivos: la tradición marxista-trotskista y la tradición nacional-popular latinoamericana6. De la primera tradición, Ramos extrae la conceptualización de Argentina como una semicolonia, la interpretación temprana del peronismo como “Revolución Nacional democrática” y el protagonismo de la clase obrera en las tareas revolucionarias. Mientras que de la segunda tradición, Ramos retoma, mediante el legado insoslayable de Manuel Ugarte, la idea de “nación latinomaericana”, el rescate de los hombres políticos portadores de dicho ideal, y su objetivo político máximo: la unidad latinoamericana.

La combinación de ambas tradiciones en el pensamiento de Jorge Abelardo Ramos es propiciada por el contexto continental y nacional de la década de 1940, cuando la emergencia de las masas en los procesos de democratización latinoamericanos plantea dilemas teóricos específicos a la intelectualidad de izquierda. A su vez, debemos tener en cuenta la biografía política del propio autor, quien da sus primeros pasos militantes en la década del treinta en el trotskismo argentino. Primero lo hace de la mano de Liborio Justo, entre 1938-39, y a partir de 1941, en el Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS).

Como apunta Tarcus, más que auténticas organizaciones políticas, las organizaciones trotskistas de los años treinta son núcleos ideológicos que despliegan un entusiasta esfuerzo de difusión y elaboración teórica. El trotskismo argentino de los treinta se aboca fuertemente a cuestiones doctrinarias, se inmiscuye en precursores debates teóricos sobre la naturaleza y el estatus del capitalismo argentino, como lo demuestra el debate entre Antonio Gallo y Liborio Justo sobre la “liberación nacional”7. Los principales referentes teóricos de estos grupos son el Lenin de El imperialismo (…) y el Trotsky de la Historia de la Revolución Rusa; pero a su vez, estos grupos encuentran en la obra de Mariátegui un intento creativo y libre de lectura de la realidad latinoamericana8. Situemos a Ramos como un joven que, aunque no es protagonista de esta generación de los treinta, comienza a formarse políticamente en este contexto y con dichos bagajes teóricos, sobre todo con la herencia de Liborio Justo en lo que respecta a la caracterización del país como una semicolonia sometida al imperialismo, y la consecuente necesidad de una revolución nacional-democrática abocada a la liberación nacional.

El trotskismo de los años cuarenta, en el cual sí Ramos se inserta de lleno, desplaza el tenor discursivo y el debate vira desde lo doctrinario hacia lo económico, social e histórico9. En el PORS, Ramos se desempeña como redactor del periódico Frente Obrero, pero las disidencias internas lo llevan a editar hacia 1945 la revista Octubre (1945-1947). Ambas revistas, a partir de 1945, reconocen un carácter progresista en el peronismo, utilizando para ello el concepto de “Revolución nacional”. Reivindican también el radicalismo yrigoyenista, y analizan el golpe de 1943 como un enfrentamiento de la burguesía con el imperialismo. De este modo, tanto Frente Obrero, dirigida por Aurelio Narvaja, como Octubre, comandada por Ramos, marcan el surgimiento de la Izquierda Nacional10.

En los sucesivos artículos de Octubre, apoyándose en textos de Lenin y Trotsky, Ramos proclama la diferencia entre países opresores y oprimidos. Aquí retoma la interpretación de Liborio Justo para explicar el peronismo: al ser Argentina una semicolonia, es posible aspirar a una liberación nacional gracias a una alianza con la burguesía nacional. El peronismo representa el inicio de esa “Revolución nacional democrática” que allana el camino para una revolución mayor: la proletaria.

A partir de 1945 estas agrupaciones trotskistas no pueden competir políticamente con el peronismo y le brindan un “apoyo crítico”. Se consolidan más bien como pequeños grupos de discusión que publican activamente revistas y libros. También fundan editoriales: primero Octubre, y a partir de 1949, Indoamérica, que difunde obras de Trotsky, Haya de la Torre y trabajos de los propios miembros de la novel Izquierda Nacional. Desde estos primeros años, Ramos se irá posicionando como figura pública principal de la corriente.

1.     América Latina: un país (1949)

Hacia 1949 Ramos se aventura por primera vez en la arena de la historia con la publicación de América Latina: un país11, editado por la mencionada editorial Octubre. Pese al título, el libro se aboca a la historia argentina, desde un pretendido enfoque marxista, abarcando un arco temporal que comienza en el período colonial y culmina en el contemporáneo. Su argumento principal expone que Argentina no es más que una provincia de un país mayor que es América Latina, continente que padeció la acción balcanizadora de Gran Bretaña y Estados Unidos. En consecuencia, Ramos explicita la necesidad de unidad latinoamericana que deberá llevar a cabo la clase obrera.

Propone enseguida repasar la historia de Argentina, siempre entendida como parte balcanizada de Latinoamérica. El Interior del país es el fundamento de lo nacional y los caudillos sus representantes frente a la política antinacional unitaria y pro- imperialista representada por Buenos Aires. Frente a esa dicotomía entre nación e imperialismo, Rosas es reivindicado por su resistencia a la agresión extranjera y su capacidad para elevarse más allá de los intereses bonaerenses. Por eso para Ramos su caída supone la interrupción de la marcha hacia un “capitalismo independiente”, quedando Argentina subordinada al estatus de una semicolonia. A su tiempo, Roca es identificado como el jefe de la oligarquía. Recién hacia 1890, de la mano de Alem despunta una pequeña burguesía, identificada hacia el gobierno de Yrigoyen como burguesía nacional. Asimismo, Ramos emprende una furibunda crítica al partido socialista: no es más que un partido liberal y europeizante. A partir de la crisis de 1930, la burguesía nacional no encuentra su partido, y será en 1943 el momento en que el Ejército cumpla esa función sustitutiva. Perón será el representante de dicha burguesía; sin embargo, ante las cavilaciones de ésta, el caudillo bonapartista se apoya en la clase obrera. El diagnóstico de Ramos es que esa burguesía terminará por inclinarse indefectiblemente hacia el imperialismo, y cuando eso suceda, deberá conformarse una Frente Único Antiimperialista, donde el proletariado se posicione desde un partido independiente.

En esta primera obra histórica podemos apreciar cómo comienzan a entrecruzarse específicamente las tradiciones discursivas apuntadas por Laclau. Más allá de la conjunción entre trotskismo y latinoamericanismo, debemos enfatizar un elemento que Laclau pasa por alto: la presencia de una gran cuota de nacionalismo cercana a la del revisionismo conservador. Tal elemento ha llevado a autores como Galasso a afirmar que “no podría decirse que América Latina: un país expresa las posiciones de la izquierda nacional sobre la historia argentina, pues el sesgo nacionalista del enfoque es demasiado acentuado”12. En efecto,  entre los desatinos  de la obra se apuntan los argumentos cercanos al revisionismo nacionalista como, específicamente, la reivindicación de Rosas, quien para Ramos, como dijimos, “permitió un desarrollo autónomo de la economía argentina”13. Asimismo, la consideración de Belgrano y Moreno como personajes antinacionales “nutridos del librecambismo británico”14. O bien, cierto antiliberalismo general que lo conduce a sostener que “la tradición ideológica de la revolución francesa (…) resultó funesta para la evolución latinoamericana pues fue uno de los factores que le impidió realizar, en suelo americano, una revolución semejante”15.

En América latina (…) encontramos un patrón constante en lo referente a la forma de las obras históricas ramosianas: un prólogo donde el autor explicita la intencionalidad de la obra, una sucesión de capítulos dedicados al terreno histórico, y hacia los últimos capítulos, un análisis del presente –en este caso, del peronismo- y una proyección política programática de cara al futuro cercano. También en esta primera obra ya se deja entrever otra constante de la obra ramosiana: los sujetos históricos priorizados el autor son los hombres políticos.

La repercusión del libro hacia 1949-1950 atestigua las tensiones que el cruce de tradiciones provoca en el contexto del primer peronismo. Así, por ejemplo, el historiador revisionista José María Rosa señala que “saludamos alborozados la conversión al rosismo de los trotskistas”16. Al mismo tiempo, siendo Ramos declaradamente “marxista”, el diputado peronista Emilio Visca, titular de Comisión de Actividades Antiargentinas, procede al secuestro de la obra. Por otra parte, a sus compañeros trotskistas de Frente Obrero les disgusta la inclinación nacionalista de la obra, y lo toman como eje de la polémica en sus reuniones internas, situación que culmina con la publicación de los Cuadernos de Indoamérica, redactados por Enrique Rivera en 1952, donde se fijan las posiciones de la corriente historiográfica socialista- latinoamericana17.De este modo, las siguientes obras de Ramos dedicadas a la historia, tanto argentina como latinoamericana, reelaboraran los principales argumentos de esta primera obra, persistiendo, en todos los casos, el deseo político de unidad latinoamericana de la mano de la clase obrera.

En esa reelaboración de sus argumentos históricos, debemos tener en cuenta la experiencia de Ramos como parte de una joven Izquierda Nacional abocada hacia 1953- 1954 a una importante labor ideológica signada por su “apoyo crítico” al peronismo. Dicha labor es contemporánea a la posibilidad de pasar a la acción política sumándose al Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN) en 1953. En dicho partido confluyen, avalados por Perón y como ala izquierda del campo nacional, antiguos socialistas, integrantes de Frente Obrero, trotskistas como Nahuel Moreno, así como el propio Ramos y Jorge Eneas Spilimbergo. El PSRN sostiene “la defensa de las conquistas obtenidas por la clase trabajadora (…) y la profundización del actual proceso económico, político y social hasta la realización de los objetivos socialistas”18. Pronto la heterogeneidad de los miembros del partido conduce a disensiones que lo debilitan. Frente al golpe militar de 1955, el PSRN se pronuncia: “Trataremos de que la clase obrera cumpla un papel hegemónico en el proceso revolucionario. Hasta ahora se ha repetido muchas veces: es la columna vertebral de la revolución. Queremos también que sea el cerebro de la revolución”19. A través del semanario Lucha Obrera el PSRN se aboca a la denuncia del nuevo gobierno, al tiempo que plantea consignas de reorganización para la clase obrera. Sin embargo, pronto el semanario es clausurado y se decreta la disolución del partido.

2.     Revolución y Contrarrevolución en Argentina (1957)

Los años inaugurados con el golpe de 1955 polarizan a la sociedad argentina y suponen una amplia revisión sobre la significación del peronismo. Se trata sin dudas de un momento de reposicionamiento de todo el espectro del campo político y cultural argentino. Desde la óptica de la Izquierda Nacional, la interrupción de la Revolución Nacional abona el terreno político para su radicalización de la mano de la clase trabajadora desde un partido proletario. A la luz de los hechos, con una clase obrera que exacerba su identidad peronista, tal programa se revela por lo menos dificultoso. Sin embargo, la polarización social y la radicalización del peronismo, generan un momento de recepción propicio en la sociedad argentina para el florecimiento y la divulgación de las ideas de la Izquierda Nacional, fundamentalmente entre sectores universitarios y las clases medias. Se trata de un discurso que, combinando postulados socialistas con la cuestión nacional, reconoce los avances del peronismo para la realidad Argentina y que, diagnosticando algunas de sus limitaciones, intenta seguir avanzando.

En consecuencia, Ramos penetrará fuertemente en el campo cultural mediante artículos periodísticos, ensayos, una solida política editorial de ediciones populares, charlas y conferencias, y, por supuesto, obras históricas20. Entre estas últimas, su obra Revolución y contrarrevolución en Argentina (1957) se inscribe en el mencionado contexto de florecimiento de este corpus de ideas. A su vez, se enmarca en un esfuerzo de rectificación y superación de aquella primera obra ramosiana. Hay quienes sostienen que dicha obra es la primera síntesis madura de un revisionismo histórico de izquierda en Argentina21.

Las palabras iniciales del prólogo de 1957 son taxativas: “todos los historiadores hacen política”. El propio Ramos se presenta como un político militante que se propone “narrar la historia de los argentinos” porque la conciencia histórica es un elemento indispensable para la lucha política de los “días inciertos” en que el libro es publicado. A su vez, a Ramos le preocupa la nueva generación que “cae presa de un disgusto reciente” y “necesita saber, no solamente quién es el calumniado Facundo, sino sobre todo qué ocurrió ayer, pues la historia más cuidadosamente falsificada por la reacción oligárquica es, precisamente, la historia contemporánea”. Los ciento cincuenta años de historia argentina que abarcan su obra, no son para el autor más que dramáticos episodios preliminares de un acontecimiento que su generación de o la de sus hijos habrá de acometer: la unificación de América Latina. Y será la clase obrera la inevitable guía de los combates por la liberación nacional del pueblo argentino22. El prólogo cumple la doble función de, por un lado, explicitar la intencionalidad política de la obra y por el otro, situarla en su propio contexto de producción y circulación sin dudas hostil y a todas luces diferente al de aquella primera obra de 1949. De este modo, a partir del prólogo, el sentido profundo del libro puede comprenderse como la búsqueda de una identidad política en el pasado que otorgue sentido histórico y proyección a las luchas del presente y las venideras, cuyo protagonista será el proletariado.

El libro comienza con la Revolución de Mayo y concluye con la caída de Perón, abarcando ciento cincuenta años en los que el autor encuentra “una lucha constante entre la revolución y la contrarrevolución”. Las revoluciones encarnan los intereses nacionales-populares, mientras que las contrarrevoluciones revisten los intereses del arco oligárquico-imperialista, que es también el que las naturaliza y perpetúa en la escritura de la historia, negando la importancia de los personajes e ideas revolucionarias. A lo largo de la obra de casi quinientas páginas, Ramos revisita a los grandes hombres políticos de la historia argentina, redescubre a los caudillos provinciales, intenta comprender los intereses que movilizan a las facciones y partidos políticos del siglo XIX y primera mitad del XX. Los individuos tienen un peso explicativo fundamental y sus comportamientos políticos aparecen determinados tanto por su pertenencia geográfica como por su clase social.

La obra está dividida en tres grandes bloques temporales, signados cada uno por una problemática específica en la que se dirimen los actores. El primero de ellos corresponde a 1810-1880. La lucha central durante estos setenta años se da entre Buenos Aires y las provincias. El autor lo titula como la época de las masas y las lanzas. El final de esta época está marcado por la federalización de la ciudad de Buenos Aires. El segundo bloque temporal corresponde al ciclo 1880-1930, inaugurado por la revolución de 1880 que representa el triunfo del nacionalismo democrático, una fuerza verdaderamente nacional comandada por Roca. La penetración del imperialismo -clave explicativa fundamental hacia fines del siglo XIX- y su alianza con la oligarquía converge en un nacionalismo defensivo encarnado por Yrigoyen. Por último, el período correspondiente a los años 1930-1955 se inaugura con la contrarrevolución que abarca toda la década del treinta. El golpe de 1943 representa el ingreso del Ejército en la política en pos de la defensa de los intereses nacionales, se trata para Ramos de la única fuerza centralizada con base nacional que existe en el país. El año 1945 marca la crisis del imperialismo, elemento central para comprender la magnitud de la “revolución popular argentina” que encarna el peronismo. Ramos interpreta el gobierno peronista como un régimen bonapartista. El bonapartismo es el poder personal que se ejerce “por encima” de las clases en pugna, el líder hace el papel de árbitro entre ellas.

A lo largo de los capítulos puede apreciarse cómo Ramos ha revisado algunos de los esquemas interpretativos de América Latina (…): por ejemplo, Rosas representa ahora la “primera expresión de un capitalismo agrario en el país”, al tiempo que encarna un “nacionalismo defensivo restringido”, bonaerense, insuficiente. Otro de los hitos interpretativos novedosos de la obra es la figura de Roca, caracterizado por Ramos no ya como “Jefe de la oligarquía” sino ahora como “representante del nacionalismo democrático” procedente del Interior del país. En sus palabras finales Ramos reitera, como lo hiciera en la primera obra, que es a la clase obrera a quien pertenece el porvenir: debe prepararse para echar las bases de un partido obrero y popular, antiimperialista y latinoamericano, que luche por la unidad de América Latina.

La repercusión de Revolución (…) es de gran magnitud en el campo cultual argentino. Las tres primeras ediciones, entre 1957 y 1965, habrían vendido más de 20.000 ejemplares, y conocen más de diez reediciones en las décadas siguientes. La obra dispara toda una serie de artículos, críticas, reseñas y menciones favorables o bien críticas desde todo el espectro político23.

Hacia fines de la década del cincuenta y comienzos del sesenta, la Izquierda Nacional suma nuevos adherentes. En 1961, Ramos dirige el semanario Política, que aborda las grandes preocupaciones de la hora: la crisis de la vieja izquierda y la cuestión nacional, el problema de la cultura nacional, la unidad latinoamericana, y, fundamentalmente, la defensa de la Cuba revolucionaria pero el rechazo al “cubanismo” que pretende trasladar mecánicamente a la Argentina las recetas revolucionarias del Caribe24.

Entre 1961 y 1963 Ramos lanza la editorial Coyoacán, que publica obras de Ugarte, Jauretche, Trotsky, Perelman y Spilimbergo, por nombrar sólo algunos. A su vez, en 1961 Ramos, comandado por Spilimbergo y Carpio, funda el Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN). Su documento inicial expresa: “La Izquierda Nacional era hasta hoy un movimiento puramente ideológico; se ha transformado en Partido Político precisamente en momentos en que los partidos clásicos de la oligarquía, de la clase media y de las <izquierdas cipayas>, atraviesan su crisis más profunda”25. Más tarde, en un documento de 1962, se explica que “nos hemos lanzado a la acción política porque abrigamos la profunda convicción de que la clase obrera necesita un partido de clase independiente (…) Estamos en el vasto escenario de la Revolución Nacional y pretendemos ser la autoconciencia del proletariado en esa lucha gigantesca”26. Enseguida el PSIN contara con la publicación de una revista: Izquierda nacional y más tarde el semanario Lucha Obrera. Desde allí se establece, nuevamente entre otros tópicos teóricos, una crítica a las tesis guerrilleras sostenidas por el Che Guevara, refutando la generalización de la experiencia cubana27.

Pronto confluyen en el PSIN varios sectores estudiantiles, entre ellos Galasso, Laclau y Blas Alberti, siendo débil la presencia del campo obrero. Tal situación conduce a Galasso a diagnosticar que el PSIN funciona principalmente como grupo de propaganda, evidenciando una mayor preocupación por lo ideológico que por las tareas dirigidas al reclutamiento de nuevos adeptos, “resultando su riqueza ideológica desproporcionada respecto a su fuerza política”28. De este modo, mientras las ideas de la Izquierda Nacional parecen encontrar día a día mayor receptividad en el campo cultural, el PSIN no establece vínculos reales con la clase trabajadora. El propio Galasso apunta que la conducción excesivamente personalista de Ramos genera que muchos de aquellos jóvenes universitarios abandonen el partido hacia 1968-1970. Este panorama recién comenzará a romperse hacia 1971 cuando el PSIN promueva la formación de un Frente de Izquierda Popular (FIP).

3.     Historia de la nación latinoamericana (1968)

En 1968 Ramos publica la que sería otra de sus obras principales: Historia de la Nación Latinoamericana (1968). En el prólogo a la primera edición, el autor nos advierte que en América Latina, un país (1949) el estado de sus conocimientos era deficiente, y por lo tanto, se imponía escribir una nueva historia “de los combates físicos y teóricos librados para unificar América Latina”29.

Pese a la amplitud cronológica de Historia de la Nación Latinoamericana, que comienza con un análisis del siglo de oro español y culmina con la Revolución Cubana, el propósito central se mantiene a lo largo de las seiscientas páginas: entender el enfrentamiento permanente entre el imperialismo y la nación latinoamericana y cómo aconteció el proceso de balcanización en el continente. Para ello, Ramos analiza, en primer lugar, el proceso de destrucción de la Nación Latinoamericana durante el período colonial. Luego, la constitución de “veinte estados ridículos” -período independentista- por obra del imperialismo y sus aliados locales – oligarquías regionales, Estados unidos y Gran Bretaña-, momento dramático en que América Latina se convierte en una nación inconclusa. Enseguida Ramos se ocupa de la inserción del continente en el mercado internacional como proveedor de materias primas –es decir, el inicio de los estados modernos-, o en sus palabras “estados monocultores” conformados por una oligarquía parasitaria.

En los tramos finales, Ramos recorre el período inaugurado hacia 1930, época de transformaciones sociales para América Latina, de donde emergen los movimientos nacionales y populares. Hacia los últimos capítulos, Ramos se aboca a la discusión respecto de la Revolución Cubana, explicando que “el eje de la discusión se sitúa hoy sobre la táctica de la revolución latinoamericana, pues no está en debate la revolución misma. Este es el radical salto cualitativo”30. Por eso, Ramos criticará agudamente las tesis de Regis Debray: “La guerrilla mágica de Debray no sólo sustituye al partido; también sustituye la lucha política como tal”31. Más allá de dicha discusión32, para Ramos la Nación Latinoamericana comienza a ser una realidad en la Cuba Socialista. Otra vez comienzan a luchar los latinoamericanos por convertir a América Latina en su patria.

Como en sus anteriores obras históricas, los protagonistas de Historia de la nación (…) son en general los hombres políticos –principalmente los “unificadores” como Bolívar, Artigas, Moreno – las elites regionales y los agentes imperiales– ambos “balcanizadores”-. De este modo, a lo largo de los capítulos se puede apreciar cómo el enfrentamiento entre la nación y el imperio se encarna en el cuerpo de los sujetos y sus acciones. Sobre los “unificadores”, la narración se torna heroica, ejemplificadora; mientras que sobre los segundos el tono apela a la denuncia y la indignación. Según se trate de uno u otro, habrá más peso explicativo de la nacionalidad –en tanto deseo de unidad continental- o de la clase. Así lo demuestra la reconstrucción de Bolívar o de cualquiera de los “unificadores”, cuyas acciones se justifican por un ideal. En cambio, sobre los “balcanizadores” o las elites regionales, la clase juega un rol explicativo fundamental: es la clase “mantuana” la que traiciona a Bolívar; son los estancieros de la Banda Oriental los que apuñalan al artiguismo; la clase terrateniente y comercial porteña, por su parte, traiciona al continente y se convierte en uno de los factores motrices de la balcanización debido a su alianza con Inglaterra, otro actor principal de la trama.

Al igual que en las otras dos obras, en los últimos capítulos de la obra, y a medida que la trama se aproxima al presente, el tono conceptual y programático va in crescendo. Si bien el autor reconoce que, a causa del estrangulamiento industrial por obra de la oligarquía y el imperialismo, el peso de la clase obrera latinoamericana es mucho menor que el de las clases no proletarias en el interior de cada Estado, donde “la gran mayoría de la población está vinculada al campo y a los sectores de servicios, burocráticos o de transporte”33, para el autor la clase obrera debe establecer una alianza con las restantes clases oprimidas, asumiendo en su programa no sólo sus reivindicaciones socialistas de clase, sino también las aspiraciones democráticas y nacionales de las clases restantes. En un primer momento, la clase obrera y su partido pueden encabezar las grandes mayorías en la lucha contra el imperialismo, para luego orientar esa lucha desde el poder y planificar en un sentido socialista los recursos del país. Sobre las páginas finales la propuesta del autor consiste en combinar teóricamente a Marx con Bolívar: la adopción de un “marxismo bolivariano” es el verdadero camino para comprender y emprender el proceso revolucionario en el continente.

II

El recorrido por las tres obras históricas ramosianas del período 1945-1968 nos propone grandes continuidades en su registro historiográfico, así como también variaciones acordes a los distintos momentos históricos en que dichas obras fueron producidas.

Partiendo de la tríada temporal pasado-presente-futuro, podemos apreciar las vinculaciones entre la práctica historiadora y el deseo de construcción política desde la Izquierda Nacional que caracteriza y define a la obra historiadora de Ramos. En todas las obras, el tiempo presente constituye una posibilidad de redención de un pasado injusto, opera como posibilidad de reconstrucción de un ideal derrotado: la unidad latinoamericana bajo la bandera del socialismo. Aquí, en la definición del objetivo político máximo de la Izquierda Nacional en general y de Ramos en particular, la tradición nacional-popular latinoamericana cobra una relevancia plena.

Tal vinculación entre la práctica historiadora y el deseo político conduce al autor a establecer distintas consideraciones y recortes objetuales sobre el terreno histórico. Tal vez valga la comparación con la obra histórica de Bartolomé Mitre, también atravesada por un deseo político. Si en la obra de Mitre la consideración del pasado es armónica, positiva en tanto se vincula con los rasgos de un presente nacional favorable, en las obras de Ramos el pasado es considerado en términos de disputa –entre la nación latinoamericana y el imperialismo; entre la revolución y la contrarrevolución en Argentina-, derrota –triunfo de la segundas de las opciones-, y posibilidad de aprendizaje –mediante el ejemplo de los héroes de aquella nación/revolución derrotada- para echar las bases del socialismo en el presente y construir el futuro de la mano de la clase obrera. El protagonista final de la lucha es indefectiblemente la clase obrera, y en este punto, aunque las clases distan de ser los sujetos privilegiados de su análisis histórico, la tradición marxista-trotskista emerge de lleno en la argumentación ramosiana.

Por otra parte, subyace en la obra historiadora de Ramos una preocupación preponderante por el factor superestructural, estrictamente, por la esfera política y cultural del terreno histórico. A diferencia de otros autores de filiación trotskista que encuentran en el factor estructural las raíces de los males de la sociedad argentina/ latinoamericana, y en consecuencia, se abocan al estudio de las clases sociales, en Ramos, donde el trostkismo se entrecruza con la tradición nacional-popular latinoamericanista, el foco analítico se detiene y perpetúa en la superestructura. El autor bucea en los mares del pasado con una atención explícita en el ámbito de las luchas e ideas políticas. Por supuesto, Ramos considera la existencia de clases sociales – oligarquías pro-imperialistas; burguesías nacionales- y del imperialismo como factor central de la trama histórica. Sin embargo, las ideas y los sujetos políticos pueden torcer el rumbo de la historia y erigirse en un ejemplo edificador del presente. En este sentido, Ramos incurre en un “relato crítico de las elites”34, revisitando a los hombres políticos porque, en su opinión, o bien han sido manipulados por la historiografía liberal – Rivadavia o Mitre por ejemplo- o bien olvidados –los caudillos provinciales-.

Ramos parte de la convicción de que toda una “superestructura espiritual” (sic) es el complemento de la dominación económica instrumentada por la oligarquía y el imperialismo. A diferencia de los países coloniales, donde el factor coercitivo reviste la mayor importancia para corporizar la dominación, en las semicolonias el factor central del dominio consiste en la “colonización pedagógica”: la hegemonía espiritual, es decir, el triunfo imperial en el campo de las ideas. El autor denuncia en su ensayo Crisis y resurrección de la literatura Argentina (1954), una escandalosa europeización y alienación no sólo de la literatura, sino también “del pensamiento filosófico, de la crítica histórica, del cuento y del ensayo”35. Ello conduce al político-intelectual de la Izquierda Nacional a proyectarse como un perpetuo combatiente cultural marcado a fuego por esa batalla que debe librarse día a día. El discurso histórico resulta el caballo de batalla principal en ese combate. Así lo expresan una y otra vez sus palabras: “un pueblo sin conciencia histórica carece de la lucidez necesaria para señalar su propio camino”36.

Centrado en el factor superestructural, Ramos realiza en sus obras históricas una triple crítica: a la realidad histórica, a su expresión historiográfica, y al desarrollo teórico continental. En el primer caso, el autor juzga a los personajes históricos desde las ideas y acciones políticas que ellos encarnan, reivindicándolos o denunciándolos. A su vez, el autor también denuncia los argumentos históricos pro-imperialistas que, bajo el manto de una pretendida neutralidad, contribuyen a la perpetuación del olvido de ciertos personajes o bien, su injusta glorificación. En ese sentido, Ramos brega por “redescubrir a nuestros héroes propios y elaborar desde aquí una perspectiva revolucionaria para los 250 millones de latinoamericanos”37. En lo que respecta a la crítica teórica, critica severamente a la izquierda tradicional, tanto argentina como latinoamericana, aquel “izquierdismo cipayo”, que se limitó a exportar teorías y nunca pensó desde la realidad argentina/latinoamericana. La idea, reiterada en distintos momentos, es que los problemas de la realidad argentina/latinoamericana y su camino revolucionario deben ser estudiados y resueltos por los propios argentinos/ latinoamericanos, tal como hicieron Lenin y Mao en sus propios países. Tal planteo lo lleva, a su tiempo, a rechazar las teorías foquistas de Debray, sin dejar de reinvindicar a la Cuba socialista.

Lo expresado anteriormente convive con una preocupación explícita por la formación política de las nuevas generaciones argentinas -pos 1945-. Al decir de Ramos en su Manuel Ugarte y la revolución latinoamericana (1953), se trata de generaciones “meláncolicas”, ganadas por el pensamiento “contrarrevolucionario”-mitrista, imperialista, antiperonista- propagado unánimemente desde las universidades, la prensa, la literatura, la historia y todo el arco de la izquierda “cipaya”. Por eso resulta fundamental que las nuevas generaciones argentinas y las venideras se formen en la tradición latinoamericana, antiimperialista, para acompañar en su lucha al proletariado, primero al nacional, y luego al latinoamericano, que forjará para el autor la unión latinoamericana. Nuevamente, es en el discurso histórico en donde Ramos encuentra la mayor veta para propagar dicha tradición de pensamiento, y fundamentalmente, para difundir “conciencia histórica”.

A su vez, como sugiere Laclau, Ramos pretende ser parte integrante de la formación de la conciencia proletaria38. Su visión del papel histórico de la clase obrera es que ésta debe constituirse en el punto de confluencia de las dos tradiciones aludidas: una, enraizada en la historia del marxismo; la otra, en la tradición nacional-popular latinoamericana.

En última instancia, la formación política de nuevas generaciones y la formación de la conciencia proletaria conviven como objetivos de las obras históricas de Ramos. Tal situación es pasible de relacionar con el itinerario de la Izquierda Nacional: una corriente que partidariamente tiene escasa inserción obrera, pero que se revela como gran formadora política en el campo cultural argentino del período 1955-1976.


XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013.

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[1] Fiebelkorn Ayelén (2013). Una aproximación historiográfica a la obra de Jorge Abelardo Ramos. XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia 2 al 5 de octubre de 2013. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. (Numero de la Mesa Tematica: 76, Coordinadores Cattaruzza Alejandro y Bisso Andrés)

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Citas Bibliográficas

1Jorge Abelardo Ramos (1921-1994). Nace en Buenos Aires. Profesor universitario, historiador, periodista, político, editor, y fundador de la corriente política autodenominada Izquierda Nacional.

2Acha, Omar, Historia crítica de la historiografía argentina, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2009, p. 210.

3Idíd, p. 210

4Acha, Omar y Eidelman, Ariel. “Nacionalismo y socialismo. Jorge Abelardo Ramos y la Izquierda Nacional” en Taller. Revista de sociedad, cultura y política, nº 13, 2000.

5 Devoto, Fernando y Pagano, Nora, Historia de la historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, p. 311

6 Laclau, Ernesto, “Ramos en la Historia de la Izquierda argentina”, 4-3-2012, publicado en el sitio web: www.jorgeabelardoramos.com

7 Para el desarrollo de dicho debate, véase Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, El cielo por asalto, 1996, pp. 89-9

8 Ibíd, p. 89

9 Idíd, p. 89

10 Acha y Eidelman, p. 102

11 Ramos, Jorge Abelardo. América Latina: un país. Su historia-su economía- su revolución, Buenos Aires, Octubre, 1949.

12 Galasso, Norberto. La izquierda nacional y el Fip, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983, p. 67

13 Ibíd, p. 92

14 Ibíd, p. 73

15 Idíd, p. 64

16 Cit. en Galasso, Norberto, “Galasso ataca a Jorge Abelardo Ramos. Respuesta de Daniel V. González”, 18-5-2005, publicado en el sitio web: www.jorgeabelardoramos.com

17 Ibíd

18 Cit en Galasso, La Izquierda nacional y el Fip, “Declaración del PSRN”, 1954, p. 83

19 Cit en Galasso, La Izquierda Nacional y el Fip, “Plenario del PSRN”, diciembre de 1955, p. 86.

20 Acha, Eidelman, p. 104

21Así lo hace por ejemplo Juan José Hernández Arregui en “El revisionismo de Izquierda” en La formación de la conciencia nacional, Buenos Aires, Editorial Hachea, 2 ed. 1970.

22 Ramos, Jorge Abelardo. Revolución y contrarrevolución en Argentina, Buenos Aires, Amerindia, 1957, pp. 7-12

23 Acha y Eidelman, p. 104

24 Galasso, Norberto, La Izquierda Nacional y el Fip, p. 98.

25 Cit en Galasso, p. 107.

26 Cit en Galasso, p. 109.

27 Por ejemplo, el artículo de Ramos, “Los peligros del empirismo en la revolución latinoamericana”, en

la revista Izquierda Nacional, Nº5, febrero de 1964, Buenos Aires.

28 Galasso, Norberto, La izquierda Nacional y el Fip, p. 111-119.

29 Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la Nación latinoamericana, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1968. Advertencia, p. 10.

30 Idíd, p. 542.

31 Ibíd, p. 554.

32 La discusión de Ramos con Debray se desarrolla en las pp. 547-594.

33 Ibíd., p. 404

34 Acha, Omar. Historia crítica de la historiografía argentina, p. 240

35 Ramos, Jorge Abelardo, Crisis y resurrección de la literatura argentina, Buenos Aires, 2da edición Coyoacán, 1954, p. 12

36 Ramos, Jorge Abelardo, Revolución y Contrarrevolución (…), p. 7.

37 Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la nación latinoamericana, p. 600

38 Laclau, Ernesto, ob. cit.

Bibliografía

Acha, Omar, Historia crítica de la historiografía argentina, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2009.

  • Acha, Omar y Eidelman, Ariel. “Nacionalismo y socialismo. Jorge Abelardo Ramos y la Izquierda Nacional” en Taller. Revista de sociedad, cultura y política, nº 13, 2000.
  • Devoto, Fernando y Pagano, Nora, Historia de la historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009.

-Galasso, Norberto. La izquierda nacional y el Fip, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983.

-Galasso, Norberto, “Galasso ataca a Jorge Abelardo Ramos. Respuesta de Daniel V. González”, 18-5-2005, publicado en el sitio web: www.jorgeabelardoramos.com

-Hernández Arregui , Juan José, “El revisionismo de Izquierda” en La formación de la conciencia nacional, Buenos Aires, Editorial Hachea, 2 ed. 1970.

  • Laclau, Ernesto, “Ramos en la Historia de la Izquierda argentina”, 4-3-2012, publicado en el sitio web: www.jorgeabelardoramos.com

-Ramos, Jorge Abelardo. América Latina: un país. Su historia-su economía- su revolución, Buenos Aires, Octubre, 1949.

  • Ramos, Jorge Abelardo, Crisis y resurrección de la literatura argentina, Buenos Aires, 2da edición Coyoacán, 1954.
  • Ramos, Jorge Abelardo. Revolución y contrarrevolución en Argentina, Buenos Aires, Amerindia, 1957.
  • Ramos, Jorge Abelardo, Manuel Ugarte y la revolución latinoamericana,

Ediciones Coyoacán, Buenos Aires, 1961.

  • Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la Nación latinoamericana, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1968.
  • Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, El cielo por asalto, 1996.

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