El profeta de la Nación Latinoamericana
2/10/2011. por Julio Fernández Baraibar
El Colorado Ramos, como fue conocido, disponía de un admirable sentido del humor, una fulminante respuesta irónica y una capacidad oratoria inigualable. Su enorme creatividad para elaborar síntesis sorprendentes -auténticos epigramas- enriquecían los apasionados debates en los que participó.
Uno de sus grandes aportes intelectuales al pensamiento político argentino es su caracterización del peronismo como movimiento revolucionario antiimperialista y su brillante explicación sobre cómo y por qué los trabajadores argentinos se encolumnaron detrás de un coronel nacionalista y llevaron adelante un programa que no era la socialización de los medios de producción sino la creación de un capitalismo autárquico e independiente.
A los 28 años publicó su primer libro, “América Latina: un país”, secuestrado por la Policía Federal por orden de la Comisión de Actividades Antiargentinas, dirigida por el diputado peronista de origen conservador José Emilio Visca. Este libro marcará su camino: la consigna de unidad latinoamericana lo acompañará toda su vida.
Con el seudónimo de “Víctor Almagro”, fue columnista del diario “Democracia”. Con la contrarrevolución de 1955, Ramos, junto a la CGT y desde el periódico “Lucha Obrera”, llama a conformar las “milicias obreras” para defender el gobierno popular. Durante los 18 años de gobiernos militares y civiles proscriptivos sufrió persecuciones, detenciones y atentados, entre ellos la voladura de la librería y editorial Mar Dulce que dirigía.
En 1954 publicó “Crisis y resurrección de la literatura argentina”. Este trabajo tuvo un efecto explosivo en los ambientes intelectuales y literarios porteños, ya que lanzó una crítica inédita e implacable sobre dos popes de la cultura oficial argentina: Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada.
En 1957 apareció “Revolución y contrarrevolución en la Argentina” que se reeditó en múltiples ediciones hasta superar los cien mil ejemplares, y cumplió un papel fundamental en la nacionalización de las clases medias en las décadas del 60 y 70. Con esta obra imprescindible, Jorge Abelardo Ramos contribuyó decisivamente a consolidar la corriente del revisionismo histórico en la Argentina.
En 1968 publicó “Historia de la Nación Latinoamericana”, la primera historia común de la Patria Grande. En el libro reivindica los movimientos nacionales revolucionarios de los países coloniales y semi-coloniales y los hermana con el peronismo. En este trabajo polemizó duramente con Regis Debray y las tesis foquistas del Che Guevara.
En 1961, junto a Jorge Enea Spilimbergo, Manuel Carpio -fundador de la Unión Obrera Metalúrgica- y militantes provenientes del peronismo y el socialismo fundó el Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN), al que se sumaron entre otros, Blas Alberti, Alberto Guerberof e innumerables jóvenes de las décadas del 60 y del 70.
Con nuevos aliados, la Izquierda Nacional conformó el Frente de Izquierda Popular (FIP), que el 11 de marzo de 1973 llevó al propio Ramos como candidato a presidente de la Nación. Luego, en la elecciones del 23 de setiembre de ese mismo año, el FIP acompañará, con su propia boleta, la fórmula presidencial Juan Domingo Perón – Isabel Perón y logrará 900.000 votos para sumar al triunfo popular.
En 1975, la Triple A pone dos bombas en el local del FIP. A partir del golpe de 1976 Jorge Abelardo Ramos sufre atentados contra su vida, varias detenciones e intento de secuestro en la provincia de Córdoba. Una decena de militantes del FIP son asesinados o “desaparecidos”, varios partieron al exilio y otros fueron detenidos durante varios años.
Durante la Guerra de las Malvinas, pudo desplegar su teoría de “los dos ejércitos” (el nacional y el cipayo) apoyando claramente la postura argentina. Viajó a las islas durante el conflicto, acompañado por Saúl Ubaldini, secretario general de la CGT y Deolindo Bittel, presidente del Partido Justicialista.
En las elecciones de 1989, que llevaron a la presidencia a Carlos Menem, integró el FREJUPO, y redactó su acta constitutiva. Fue designado embajador de la Argentina en México, cargo que ejerció hasta 1992. Las constantes críticas a la política de los EE.UU., su apoyo al presidente Noriega de Panamá y las intrigas del embajador norteamericano en México, John Negroponte, movieron a la Cancillería a quitarle la representación diplomática.