Disolución del MPL e incorporación al PJ
Jorge Abelardo Ramos
Creo que esta es la reunión más importante que ha hecho nuestro movimiento desde sus orígenes.
Y ustedes me van a perdonar si con frecuencia en este relato hablo en primera persona porque debo ser uno de los últimos tatú carreta que quedan de la generación que inició este punto de vista en la Argentina. Por eso es poco menos que imposible que omita lo que Flaubert llamaba el odioso “moi”, el “yo” es odioso.
La generación a la que pertenezco nació a la vida política con la Guerra Civil de España. En el año 37, toda la juventud de la capital federal y del país, donde había una colectividad española mucho más importante que hoy, vinculó sus esperanzas y su corazón y sus anhelos de rebelión a la Revolución de España…con la Revolución Cubana. Y esto tiene gran importancia (la referencia que hago al año 37) porque los que éramos muchachos en aquella época y seguimos y vivimos … la revolución, el estallido de Franco y las alternativas políticas, de los partidos políticos llamados de izquierda, en la retaguardia de la República, adquirimos en esa época una convicción que no ha cesado hasta hoy, de odio al stalinismo asesino que iba a terminar con la sociedad criminal de la llamada Unión Soviética… Porque los comunistas, con la policía soviética en Barcelona se dedicaron a matar a todos aquellos que querían hacer la revolución y a tratar de establecer la república burguesa para que Stalin tuviese aliados en Francia y en Inglaterra, que garantizasen la política exterior de la Unión Soviética.
De modo que nosotros adquirimos a los 15, 16 años, una posición que no cambió nunca respecto de lo que era el stalinismo y el comunismo en el mundo y, como es natural, tomamos –como correspondía a nuestra edad y a esa época aciaga- tomamos, por así decir, adoptamos, la causa perdida, adoptamos las ideas del enemigo de Stalin, que era Trotsky, el gran organizador del Ejército Rojo, …. De la revolución… que había sido echado por Stalin de la Unión Soviética, que Stalin lo había perseguido hasta México y que finalmente (acaba de corroborarlo un libro aparecido ahora en Rusia), la policía soviética organizó el asesinato de Trotsky en 1940, en México, mediante un asesino que le hundió una pica alpina en su cerebro, terminando así con uno de los grandes pensadores socialistas de la época.
De modo que nosotros estábamos preparados para estar contra el stalinismo, en el orden …. Del mundo, como máscara horripilante… ideal socialista.
Pero lo que pasa es que cuando terminó la Guerra de España gracias al triunfo, no de Franco, sino al Partido Comunista español y a la policía soviética que aplastó a todos y facilitó el triunfo de Franco, nosotros nos encontramos –los muchachos de esa época- con que éramos socialistas, marxistas, enemigos de la Unión Soviética, partidarios de una revolución mundial. Y estábamos en la Argentina semicolonial, británica, lo que José Luis Torres, el historiador tucumano, llamaba el Estatuto Legal del Coloniaje, donde el embajador inglés determinaba la política …. De la Argentina. Estábamos prisioneros de las grandes concepciones, dominantes en esa época, de las obras de Marx, de Trotsky, que postulaban una revolución mundial… Las ideas …. Que revestían un carácter naturalmente abstracto pero que eran nuestras ideas…
Ahora bien, ¿quiénes eran los que formaban aquellos primeros grupos revolucionarios antiestalinistas y antiburgueses y antioligárquicos? Eran un puñado de obreros. Los que nos enseñaron muchas de estas cosas eran de origen obrero. Había unos hermanos bolivianos que se llamaban Kisney, tenían el apellido inglés pero eran más bolivianos…. Quechuas… que eran pintores de carteles, vivían en la Plaza Congreso, había un dirigente de la construcción, un gran hombre, Mateo Fossa, un dirigente del sindicato de la madera, gran, gran compañero y estaban los metalúrgicos, amigos nuestros, de nuestra edad, los hermanos Perelman, obreros metalúrgicos, estaba otro obrero metalúrgico también de nuestra edad, que se llamaba Gossis. Estaban también algunos intelectuales, estaba Liborio Justo, que le dijo… el presidente de la República, que dijo que le había salido el hijo loco, o sea trotskista. Había un teniente retirado del ejército que se llamaba Badíe, había un abogado Frigerio, de Pergamino, hermano de la que fue luego la escritora Marta Lynch, había veinte o treinta tipos que habían adoptado una causa perdida y buscaban … porque la realidad argentina es muy compleja. Y en ese mundo estaba Murray, el poeta, estaba Terzaga, el gran historiador de Córdoba, estaba Esteban Rey, gran abogado, tucumano y jujeño, que ahora debe tener mucha edad. Y cada uno de nosotros era, por supuesto, un ser extravagante porque solamente a un extravagante se le podía ocurrir, en el extremo sur de América Latina, …. La revolución mundial sin dinero y teniendo en cuenta que todo el sistema político de la Argentina estaba contra nosotros.
El Partido Socialista era un partido serio, 40 diputados tenía. El Partido Comunista era un partido serio desde el punto de vista del dinero. El Partido Conservador dominaba el país, el radicalismo estaba podrido hasta la médula después de la muerte de Yrigoyen.
Los diarios de esa época eran como los de ahora, lo cual me evita toda clase de comentarios. Y nosotros sacábamos periodiquitos chiquititos, diríamos, contra el mundo entero. Habíamos declarado la guerra al género humano y por supuesto, el género humano nos pagaba en la misma moneda. De eso iba a resultar, con el tiempo, como algunos de ustedes saben, que habiendo tenido nosotros una posición contra la Guerra Mundial, cuando todo el mundo en la Argentina deseaba entrar a la guerra, en el año ’40, ’41, todos los partidos querían entrar a la guerra para defender a la democracia inglesa y norteamericana y a Rusia. Había un grupo de nacionalistas que eran neutralistas y nosotros estábamos contra todos: contra Hitler y contra Churchill. Entonces, poco después, cuando va a llegar Perón, que era la encarnación del infierno, estábamos apoyando a Perón. Por eso, el pobre Sábato, que me conocía desde mucho tiempo atrás, va a escribir esa novela Sobre héroes y tumbas, donde yo aparezco como personaje, en Buenos Aires, con el nombre Méndez y hay un diálogo con Sábato que también es protagonista de su novela, que se llama Bruno y yo, que soy Méndez, en una confitería antigua que se llama Helvética, donde estábamos conversando, después yo me voy, cruzo la calle y entonces él, Sábato, me mira y comenta “Qué tipo extraño este Méndez. Con la cantidad de gente que lo odia en Buenos Aires se podría hacer una sociedad más importante que la Sociedad Española de Socorros Mutuos”.
Esa era un poco la situación nuestra. Pero hay una cosa que, para llegar a lo que nosotros queremos llegar hoy, es muy importante. Estamos contra la guerra, somos un grupo insignificante, sacamos manifiestos, declaramos que es una guerra de bandidos por el reparto de las colonias. Si hay que juzgar algún día a los responsables del genocidio de la Segunda Guerra Mundial, Hitler debería estar en el primer sillón del banquillo de acusados, y en seguida de él, Churchill. Porque lo que quería Hitler era redefinir el mundo colonial, que era propiedad o estaba bajo el control de Inglaterra y Francia y de Bélgica, que dominaban Asia, Africa, la India… todo. Entonces Hitler quería “repartir la torta”. La diferencia era esa. Por eso Hitler era expresión del belicismo y del expansionismo militar más atroz e Inglaterra adquiría el carácter del que no quiere guerra porque no puede, en una guerra, arriesgar lo que posee. El pacifismo inglés significaba seguir en el dominio colonial del mundo y Hitler decía “yo quiero algo”. Ahora, no era solamente esa disputa. Hitler representaba las fuerzas demoníacas del capitalismo alemán encerrado en el centro de Europa. Trotsky había dado una definición muy notable de Hitler, había dicho “este epiléptico germano, con una máquina de calcular en el cráneo, y un poder ilimitado en las manos, no es la expresión demoníaca de un nuevo …..tunerland…. es la expresión directa de la fuerza explosiva del capitalismo alemán imperialista”.
Porque acá, en la literatura putrefacta de la democracia, se decía que Hitler era un tirano, un hombre que mataba a la gente… No, no, no: expresaba al capitalismo alemán, en su forma más racional, más calculadora y más genocida. Formaba parte de ese régimen capitalista mundial en su forma más extrema.
Eso lo decíamos nosotros cuando teníamos veinte, veintidós años, con gran éxito como se pueden imaginar, ¿no? Pero hay un instante sobre el que yo quisiera llamar la atención, que es el año ’43. En el año ’43, nuestra generación se movía en las grandes valoraciones del mundo: la Guerra Mundial, Hitler, la naturaleza del imperialismo, estudiamos El Capital. Yo no sé si aprendimos algo pero estudiamos El Capital. Era la generación de esa época. Después, al lado nuestro, estaban las juventudes, como hoy podría ser por ejemplo, la juventud del Frente Grande, ¿no? Estaban los botarates, que hablaban y decían que el gran dilema del mundo en esa época era el dilema Democracia y Fascismo. No era la lucha entre los grupos imperialistas, que deseaban avasallar los pueblos del Tercer Mundo. No: estaba la Democracia y estaba el Fascismo. Nosotros nunca, gracias a Dios, participamos de eso. Pero llega el año ’43 y el año ’43 es el año del 4 de Junio. En ese año hay un 4 de Junio, que es el día en que se produce el golpe militar de los coroneles de Campo de Mayo, entre los cuales se encuentra Perón.
Fue, como se dijo, un rayo en cielo sereno porque hasta ese momento la política argentina se caracterizaba por el hecho de que dominaba desde el año ’30, desde la caída del gran caudillo que fue Yrigoyen, el régimen que llamamos usualmente oligárquico. Un régimen conservador-radical; radical antipersonalista. Para que ustedes tengan una idea delo que fue eso, es como si hoy, por ejemplo, Romero Feris fuese el presidente y el vicepresidente de la República fuese Bordón.
Era el sector más liberal, más conservador, más anti yrigoyenista del radicalismo, el que participaba con los conservadores, del poder oligárquico.
Y, en consecuencia, había fraude electoral. Las elecciones eran dolosas, eran falseadas en los correos. Por ejemplo, había en Corrientes lo que se llamaban “los votos transeúntes” porque aparecían votantes que votaban en Goya, otros votaban en Corrientes, o en la frontera, votos transeúntes que eran manipulaciones. También hubo, no en Corrientes, sino en Santa Fe, para que ustedes vean la gran inmoralidad política de la llamada Década Infame, donde nosotros nos formamos, votaban en los cementerios, por ejemplo, un cementerio entero votaba por el partido oficial, sacados de los nombres de los tipos que habían fallecido. En fin, en ese cuadro, el escepticismo que ganaba a nuestra generación era muy grande y al ganar ese escepticismo respecto de la política y de los falsos valores que la sociedad nos ofrecía, mirábamos hacia el exterior. Y el exterior era la Guerra Civil Española, con la frustración horrible que trajeron los crímenes de los comunistas contra los obreros en España y cuando Franco entra el 1 de febrero a Madrid y cae toda la República, desde el 1de Febrero hasta el 1 de setiembre, transcurren pocos meses y estalla toda la guerra genocida en escala mundial. Y nuestra juventud está atrapada por gigantescas tragedias. Primero, el fraude interno en la Argentina, donde no se podía creer en la política nacional. Después, dominaban la escena mundial, tres dictadores siniestros: Stalin, en la Unión Soviética, Mussolini en Italia y Hitler en Alemania. Y, además, para agregar un poquitito de sal, en Portugal estaba Oliveira Salazar, que también era un tipo de mano dura.
Y ese es el cuadro mundial. En un momento determinado, mientras se desarrolla la guerra, en la Argentina se produce un fenómeno local, que no era el eco de algún acontecimiento a nivel mundial, que es lo que va a determinar algo que yo estimo que es muy importante y que tiene que ver con nosotros aún hoy. Y es que, por múltiples razones, algunas de las cuales ustedes han leído en libros y publicaciones del movimiento, historia y demás, se produce un golpe de estado, echan los coroneles y tenientes coroneles de Campo de Mayo, echan al Dr. Castillo, que era el presidente conservador, lo echan y ocupa el poder una junta militar. Primero es nombrado el general Ramírez, es sustituido y nombran al General Farrell y a su amigo íntimo, el Coronel Perón, jefe de la secretaría de Guerra, después Ministro de Guerra, después vice presidente. Y ahí comienza el proceso militar.
¿En qué sentido tiene importancia esto para nosotros? En que cuando nosotros vemos acontecimientos internos nuevos, me refiero a un grupo nuestro, un grupo de diez personas, quince, divididos uno acá, uno allá… muy pocos, cuya figura más importante en el orden intelectual, como pensador, era un abogado de Santa Fe, mayor que nosotros, que se llamaba Aurelio Narvaja, un hombre muy singular, de gran talento inventivo, de grandes percepciones, que no escribió nunca nada, pensó, nunca actuó, no lo conoció nadie. Y un grupo de algunos hombres de su generación, como Carlos Díaz, un compañero del Chaco, que es una lástima que no esté hoy con nosotros, porque era contemporáneo, los dos hermanos Perelman, metalúrgicos, un abogado de Santa Fe también, que se llamaba Silvester, y un grupo de jóvenes y muy jóvenes que éramos nosotros, donde estaba Enriquito Rivera, que ahora vive en Canadá, de gran talento, y yo. Eso era todo.
Entonces en ese momento ocurre el curioso fenómeno de que se desencadenan hechos locales. No es la Guerra Mundial, no es la Guerra Civil Española, no son los libros de Trotsky sobre la Revolución China… No, son cosas locales, de acá. El coronel Fulano, se nacionalizan las empresas eléctricas, la policía allana las oficinas de la compañía archicorrompida CADE, y allí encuentran las pruebas de que la casa del radicalismo en la Capital Federal fue construida con dinero de la CADE gracias a que los concejales radicales votaron la prórroga del contrato de concesión para la electricidad de Buenos Aires desde el año ’36 al 2000, a cambio de 100.000 pesos por cabeza. Fíjense, no hay nada nuevo bajo el sol. Y entonces empieza a actuar una política que nosotros no conocíamos, la política industrialista. Y de pronto, con un oscuro coronel, una política obrerista, bajo el régimen de una dictadura que al mismo tiempo mantenía bajo el taco a los partidos políticos.
Se estaban haciendo medidas nacionalistas y obreristas bajo la forma de una dictadura política. Nosotros, que andábamos atiborrados de libros marxistas, estos libros no nos daban respuestas. Porque Marx ha sido un gran pensador del Occidente, había pensado desde el centro de ese pequeño cabo de Asia, que es Europa, al cual toda la historia del pensamiento occidental había considerado el centro de la civilización, puesto que las civilizaciones excéntricas a Europa, las grandes filosofías, las grandes culturas indostánicas, o chinas, o egipcias, no eran consideradas por los europeos sino civilizaciones marginales, que no habían llegado a tener la importancia central, histórica y planetaria de Europa. Entonces si ustedes miran el mapa de Europa, van a ver una cosita chiquitita, que es una colita de Asia, y esa colita de Asia, por razones vinculadas a la historia de Occidente, de Roma, estaba tallando y cortaba el bacalao para el resto del mundo.
Entonces la idea era que si Europa estornudaba, nosotros también. Y esa iba a ser una de las cosas más importantes que el 4 de Junio, este grupo chiquitito de muchachos semi letrados, un poquito analfabetos, pero que conocíamos una enorme cantidad de libros inútiles, porque la gente que pertenecía a nuestra generación de esa época eran unos tragas infernales. A nosotros, a controversia no nos gana nadie. Claro, tampoco nadie nos seguía. Yo me acuerdo una vez, yo tenía unas ganas bárbaras de contarle algo a alguien y tuve que pagarle un café a un tipo para que me escuchara. Teníamos un alto grado de confianza en nosotros mismos pero, claro, eso no era compartido por el resto del mundo. El hecho era que nosotros advertíamos que había ocurrido algo. Y ese 4 de junio del ’43, y quiero subrayarlo porque se vincula con nosotros, hoy, el pequeño grupito éste, hicimos, una gran revolución copernicana en cuanto a lo que se llamaba el pensamiento socialista o marxista: decidimos mirar a la Argentina.
Ese es el origen de la Izquierda Nacional.
Decidimos volver a la patria y empezamos a estudiar economía argentina. No en El Capital. Empezamos a leer libros de economía argentina, por ejemplo, cuántos habitantes tenemos, si tenemos minerales, cuál era la relación que había (yo tenía 22 años y me interesé en saberlo), cuál era la relación que había entre el peso económico del valor de la producción agropecuaria y el peso económico del valor de la producción industrial. Y llegué a la conclusión, por estudios que se habían hecho y que yo leí, de que en el año 43, cuando se produce el golpe militar, en ese año, la producción industrial había superado en una suma importante a la producción agropecuaria.
La sociedad estaba cambiando. Había cambiado por la crisis mundial, había cambiado por la guerra que estimuló la industria y aumentó el número de obreros. Y empezamos a estudiar y empezamos a convertirnos en revolucionarios argentinos. Y fuimos dejando atrás, poco a poco, toda la literatura mundial. De izquierda o de derecha, porque también hay una parte de la juventud argentina de nuestra época que era inconformista. No éramos nosotros los únicos inconformistas. Había un sector nacionalista, de uña lustrada, de…. Que le gustaba mucho las dictaduras, que eran hijos de las “buenas familias” y que eran nacionalistas y eran inconformistas, no querían esta sociedad. Y por el otro lado estábamos nosotros, que estábamos más bien del lado de los trabajadores, de los pobres. Pero ni ellos ni nosotros entendíamos a la Argentina. Ellos, porque se fundaban en sus teorías, en los grandes mitos reaccionarios de la vieja Europa. Eran maurrasianos, monárquicos, les gustaba “bigote”, el tanito del palazzo Venecia, les gustaban las dictaduras. Y a nosotros nos gustaba la otra dictadura… la dictadura del proletariado. Nos gustaban las barbas. Estábamos impregnados de un inconformismo marginal a los centros mundiales de poder, ellos y nosotros. Pero no habíamos encontrado el estilo y el pensamiento de una revolución que fuera para argentinos y latinoamericanos.
Por eso yo resalto la importancia del ’43 en lo que yo puedo recordar de mi vida intelectual y de mis compañeros de lucha de esa época, porque ahí encontramos a la Argentina por la cosa más inesperada del mundo: los que nos abrieron el camino –fíjense qué paradoja- para entender la Argentina, fue el Ejército.
El Ejército dio un golpe y cambió todas las piezas del juego. El Ejército mismo había sufrido un proceso intelectual crítico muy importante porque el Ejército que había derribado a Yrigoyen era un ejército cipayo, liberal, pero el Ejército del ’43, trece años después, cuando los muchachos que eran tenientes en el ’30 se hacen tenientes coroneles…
(…..)
Entonces se da la paradoja, decía, de que nada menos que el Ejército argentino abre la posibilidad de que pensemos en la Argentina y que todos los valores sean sometidos a una nueva luz porque efectivamente el Ejército da expresión a los cambios estructurales de la sociedad argentina: peso de la clase obrera, desarrollo del mercado interno, normas técnicas derivadas de que nosotros fuimos neutrales en la guerra y al ser neutrales en la guerra, ante los bandidos imperialistas, permitió que la economía interna trabajase mucho y mientras sufría el mundo en la guerra terrible de Europa, la Argentina prosperaba con la neutralidad.
Ese fue el papel del Ejército y dentro del Ejército estaba Perón. Ahí fue cuando estudiamos y empezamos a comprender la realidad y ahí fue que de algún modo nace la Izquierda Nacional. Y esto tiene importancia porque creo que la mayor contribución que hicimos nosotros es esa: un pensamiento socialista, revolucionario, patriótico, que contemplase a la Argentina desde aquí y no desde la óptica con se la había contemplado tradicionalmente los sociólogos extranjeros y locales.
Pero ¿qué ocurre? Que la lucha que entabla el gobierno militar, es de tal naturaleza nacional que suscita de la vieja Argentina agropecuaria exportadora una oposición total. Y, en consecuencia, todos los partidos políticos argentinos, que son estos mismos, calamidades vivas de mediocres y de trepadores que hoy contemplamos, se oponen a la junta militar, se establece una guerra total, Estados Unidos quiere voltear al gobierno. Perón, a raíz de su política obrera y sindical es atacado como el principal enemigo de los Estados Unidos y finalmente llegamos a los acontecimientos del ’45 sobre los cuales no me voy a prodigar porque todos ustedes los conocen.
Nosotros en ese momento… claro… ¿quiénes éramos nosotros? Nosotros éramos una media docena de personas que seguíamos estos acontecimientos. No teníamos influencia de nada. Sacábamos una revista donde analizábamos… Llega el ’45. Cuando se produce el ’45, Narvaja escribe solo, lo único que escribe en su vida, un periódico que se llama Lucha Obrera, cuatro páginas chiquititas así, donde describe después del 17 de Octubre, describe la sociedad argentina y cambia el lenguaje tradicional. El lenguaje nuestro era el lenguaje ese, científico, o sea erróneo, de que la clase obrera… de esto… ese lenguaje digamos así canónico, marxista, que nos acompañó largos años. A la juventud se le incorpora una forma de expresión, un lenguaje, y lo arrastra aunque ya ese lenguaje no responda a una forma peculiar del pensamiento. Palabras que ya no corresponden. Por ejemplo, una cantidad de analfabetos en Buenos Aires, ágrafos en todos los idiomas, son tipos que hablan alemán, dicen “lumpenproletariat”, que es una palabra alemana. Ahora, no saben hablar castellano… ni alemán.
Todas esas cosas que acompañan, también nos acompañaban a nosotros hasta que aparece el tema de Perón.
Y Narvaja dice más o menos esto: lo que acaba de ocurrir el 17 de Octubre, lo del imperialismo, la oligarquía… también éstas eran palabras nuevas. Lo que yo estoy diciendo y que a ustedes le parece tan normal, en el año ’45 nadie empleaba estas palabras. Se empleaban palabras como “democracia”, “fascismo”, “totalitarismo”, etcétera.
Entonces Narvaja dice: lo que acaba de ocurrir… con la aparición del Coronel Perón… viene a ser al fin y al cabo la expresión deformada pero expresión al fin, de las aspiraciones nacionales del pueblo argentino. Eso es algo así como la fórmula de la identificación de espacio y tiempo de Einstein, porque era nuevo. Porque no había un solo órgano desde los orígenes del Partido Socialista y el Partido Comunista hasta ese momento, donde se emplease en un sentido positivo la palabra “nacional”. La palabra “nacional” era mala. Y nunca un marxista que se respetase iba a hablar del pueblo argentino. Hablaría del “proletariado argentino”, “proletariado”.
Ahí están los cambios. Ahí empezamos nosotros. Por supuesto, nadie leyó el periódico. Nosotros no estábamos organizados. Después sacamos con otro compañero ese año una revista que se llamaba Octubre, año… yo tenía veinticinco años, año… ’46. Ahí tocábamos la mandolina y explicábamos que la economía, que esto, que lo otro y que Perón representaba a la nueva fuerza de la burguesía industrial. La palabra “burguesía industrial” no era conocida. No se hablaba de la burguesía industrial. A lo sumo se hablaba de la clase terrateniente. Estábamos creando, y ese fue el mérito de los muchachos de esa generación, estábamos creando puntos de partida para comprender a la sociedad argentina (….)
Me acuerdo que Enriquito Rivera escribió un artículo terrible en esos años, ’46, ’47, donde hablaba que la izquierda trotskista y estalinista y socialista, que con distintos argumentos actuaban contra Perón, expresaban la influencia del imperialismo dentro del supuesto pensamiento marxista, cosa que era horripilante.
Un destacado marxista intelectual que se llamaba Héctor Raurich, maestro de Sebreli, un muchacho muy inteligente, famoso, leyó la revista que sacamos nosotros, con las ideas que les estoy exponiendo, y dijo que esto sólo podría haber sido financiado por el jefe de la Policía Federal. Con lo cual, nuestro prestigio iba en aumento.
Entonces, ¿qué pasa? En el año ’45 planteamos lo que se llamó el “apoyo crítico”, apoyo crítico al peronismo. Porque como nosotros nos considerábamos los depositarios de la herencia revolucionaria de Occidente desde Spartacus de la Antigua Roma hasta Marx, aunque todavía teníamos la boca con la leche de mamá pero nos creíamos mucho, no íbamos a entrar al movimiento burgués ¿por qué? porque éramos los revolucionarios verdaderos. Éramos partidarios de… esas eran las ideas de esa época, de que en un momento determinado Perón agotaba su ciclo y entrábamos nosotros y seguíamos para adelante, al socialismo. Esas eran un poco las ideas de nuestra generación hace cuarenta años.
El único que se acuerda de eso es mi maestro Cangiano. Pero es así, cuando uno vuelve a leer esas revistas que alguna vez las voy a traer, las tengo en Colonia, voy a traer todo eso y las hojeamos, porque es una manera de ver cómo fue la cosa. Y es satisfactorio pensar que una gran parte de las cosas que dijimos todavía valen. Y otras, no.
¿Qué hacemos nosotros desde el ’45, ’46, en que triunfa Perón hasta el 55, que cae? Cuando yo digo “nosotros”, es una exageración semántica. Yo andaba más solo que una araña. Narvaja era un tipo invisible al que no veía nadie; estaba encerrado en su casa. Éramos media docena de tipos absolutamente autistas, que no podíamos entendernos ni entre nosotros pero que coincidíamos cada tanto en la visión. Entonces la tesis de Narvaja de la que yo participé… yo le tenía una gran consideración y gratitud intelectual al viejo éste… la tesis de él era esta que yo adopté porque además no tenía otro remedio, en el período de Perón. La tesis era ésta: si nosotros nos metíamos en el peronismo, en el gran movimiento de masas, con sus defectos, con sus virtudes, con su adulonería, era exactamente nada. Porque no íbamos a ir a una reunión en una unidad básica y decir “pido la palabra”. No se podía. A mí me dijo el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación que había un pensamiento fundamental y que era éste: “el que habla se jode”.
Entonces nadie hablaba. Estaba Perón de presidente y nadie hablaba. Por eso yo había hecho un chiste pensando en los grandes caudillos militares y civiles del siglo, Yrigoyen y Perón, yo decía que Yrigoyen era un mudo que había creado un movimiento de charlatanes y que Perón era un charlatán que había creado un movimiento de mudos. Porque nadie hablaba. Nadie decía… “yo como dirigente peronista…” porque Perón lo miraba y quedaba inmediatamente transformado en aire. Ahí no había dirigentes peronistas. Estaba el jefe supremo de la Nación y nada más. Entonces era una especie de cosa impensable que alguien como nosotros o yo o fulano, entrara al peronismo a quedarse mudo. Era imposible. Además, con ese régimen Perón estaba haciendo medidas revolucionarias sensacionales. Entonces, la idea que tenía Narvaja y que yo participaba y otros también era que había que dejar a Perón que desenvolviera su política porque si nosotros nos metíamos, como intentaron meterse algunos trotskistas cipayos y estalinistas para tratar de meterse dentro del peronismo, íbamos a perturbar un proceso que nosotros considerábamos históricamente útil. ¿Y qué hicimos? Nos dedicamos a estudiar. Yo escribí en el año 1949 mi primer libro, que se llamaba “América Latina: un país” donde postulaba la idea de la unidad, fundado en serios barbudos de acá y de allí, Trotsky… pero donde sostenía una defensa a Rosas en el Plata y un apoyo a Perón. Y seguimos estudiando, mirando. No hacíamos nada. Un poco, les diré, que no se trataba de que porque éramos nosotros. Jauretche, que era un hombre del movimiento, se había incorporado al peronismo y demás, no era muy bien visto por Perón porque Perón tenía unos celos de bailarina, respecto a las grandes inteligencias, tenía unos celos desdemonianos respecto a Jauretche que era el gran pensador político de la revolución. Entonces lo tenía a un costado. Jauretche me dijo “cada vez que me veía Perón, al principio, me escardaba”. Le sacaba cosas. Pero lo tenía a un costado en vez de tenerlo al frente de un cargo importante. El caso de Adolfo Güemes, descendiente del prócer de Salta, y que fue Adolfo Güemes el que le dijo a Perón y Perón lo escuchó y lo llevó a la práctica, le dijo que acá se había ocupado todo el mundo de todo el mundo: los terratenientes se habían ocupado de ellos, los socialistas de los obreros, etcétera, etcétera, pero que había un ser en la sociedad argentina que nunca había sido recordado ni protegido por nadie, que era el peón. El triste peón misógino. Y fue el mérito de Güemes y de Perón, que hizo el estatuto del peón.
Pero volviendo al tema: no hicimos nada político en diez años. Los que podíamos llamarnos “nosotros”, que éramos cuatro gatos.
Nos dedicamos a estudiar, a tratar de entender la Argentina. Economía, historia, en fin… empaparnos del país. En un momento determinado, nos entreveramos. Venía la caída de Perón. Entonces se produce una ruptura en el Partido Socialista tradicional, que encabeza uno de los dirigentes más viejos del Partido Socialista que es Enrique Dickman, Carlos María Bravo, Juan Unamuno, que es padre del político y embajador Miguel Unamuno y entonces nos llaman algunos cuantos.
Nosotros habíamos sobrevivido a lo largo de estos años, en contacto entre nosotros, el gordo Carpio, gran compañero y querido militante del partido, digo partido en el sentido de tendencia, ¿no? que tenía una historia muy larga en la lucha social, cuando él estaba haciendo la conscripción en 1950, yo me fui a Europa unos años y se conectó conmigo un joven conscripto, de gran talento, que se llamaba Spilimbergo, que había leído mi libro y ahí entramos a estar juntos. Carpio venía de los tiempos de los orígenes del peronismo, porque Carpio, los compañeros hermanos Perelman, Gosins y algunos de los viejos grupos de obreros que nosotros teníamos en los años cuarenta, cuando se produce la crisis de los sindicatos y aparece Perón, nosotros –y esto es un hecho histórico incontestable-, quien habla y ellos fundamos la Unión Obrera Metalúrgica en una pieza de la calle México. Lo fundamos nosotros, no lo fundó Perón. Tradicionalmente siempre tuvimos en UOM gente amiga, desde Vandor a Lorenzo. Lorenzo dice que somos “gomías”.
Entonces, cuando llega la caída, nos llaman los socialistas disidentes que se están inclinando, algunos grupitos, hacia Perón. Y formamos parte de lo que se llamó hacia el año ’54, ’55, el Partido Socialista de la Revolución Nacional. Y entramos con Carpio, con Spilimbergo, yo, no sé quien más, a formar parte del Comité Ejecutivo, con Enrique Dickman, los socialistas amarillos tradicionales que ahora habían cambiado un poco de color, estaban azul y blanco, y entonces la cosa estaba muy difícil, y ya nos entreveramos con el peronismo y ya nunca más nos apartamos. Ahora vamos a entrar pero resulta que siempre estuvimos entreverados. Porque nos llama Albrieu, el ministro del Interior de Perón, un antiguo radical, peronista riojano, Oscar Albrieu y nos dice “bueno, muchachos, acá se viene la cosa muy dura, hagan algo”, y entonces ahí le decimos “hay que sacar un periódico, para hacer algo hay que tener plata”, entre los curas que eran unos sinvergüenzas espantosos, cipayos de lo último, era la Iglesia preconciliar. Perón perdió la cabeza totalmente con la Iglesia, y la Iglesia estaba en una posición totalmente oligárquica, tan distinta a la que va a tener después de los concilios, después de Juan XXIII y del gran Papa Pablo VI, en que la Iglesia descubre al Tercer Mundo. En ese momento la Iglesia estaba con todos los grandes canallas, masones, socialistas y demás contra Perón. Entonces le decimos a Albrieu, bueno, den algo, y entonces, a la manera peronista, dio una “orden de coche”. Perón había dicho “o acá hacemos autos argentinos o acá no entra un coche a la Argentina”. Y entonces ahí empezó la Aeronáutica a fabricar coches y tanques. Empezó a fabricar la moto Puma en Córdoba. Tenemos acá, gracias a Dios, a un auténtico trabajador de la industria automovilística, mecánico, Piro, que estuvo allá y ahora está acá. Y empezó a fabricar todo, Córdoba. Córdoba se transformó por obra de Perón y del Brigadier San Martín en una potencia industrial porque Perón no quería dejar entrar a nadie. O, si venía un gringo, que instalara la fábrica, que fue cuando vino Kaiser.
Pero entonces estaba la burocracia peronista, que dejaba cada tanto, entrar 500, 600, 1.000 unidades por año y se las daba, teniendo en cuenta que era generoso, y se las daba a cada general. A cada general, una “orden de coche”. Ese papel costaba una bicoca. A un dirigente sindical, a un periodista que fuera suficientemente de lengua larga… Con esa “orden de coche” sacamos Lucha Obrera. Y ahí decíamos todas las barbaridades que podía esperarse de nosotros. Bueno, cae Perón y viene la infantería de Marina, estábamos nosotros en la imprenta, en la Calle Perú, nos clausura todo, disuelve el partido y nos vamos a los caños con la Revolución Libertadora y cuando viene la Revolución Libertadora yo me refugio en la Embajada de Bolivia porque andaban capando elefantes y, como ustedes saben, no preguntan, así que eran días peligrosos.
Entonces viene la Revolución Libertadora y nuevamente no podemos hacer nada. Disuelto el Partido Socialista de la Revolución Nacional, clausurada Lucha Obrera, nosotros en los caños… y yo empiezo a escribir Revolución y Contrarrevolución en la Argentina.
El 9 de junio de 1956 están fusilando a Valle, al coronel Yrigoyen en una comisaría de Lanús y yo estoy terminando en la madrugada, ese libro, que iba a ser después de todos estos años de trabajo, una tentativa de ver a la sociedad argentina en su conjunto. Yo me había ido a la Embajada de Bolivia a refugiarme y Jauretche se había ido a Montevideo, ocurrieron toda clase de incidentes y de líos, porque los tipos eran asesinos.
Luego viene Frondizi. Nosotros no teníamos organización, éramos un grupo, nos llamábamos Izquierda Nacional. La palabra Izquierda Nacional se inventa en el ’55. Están Spilimbergo, Carpio, éramos ocho o diez compañeros y nada más. El viejo Narvaja está encerrado en una cripta, somos nosotros los que nos movemos, como podemos. Llega Frondizi, Frondizi nos llama al grupo que podríamos denominar de Izquierda Nacional pero que carecía de organización y de fuerza, y nos pide que lo apoyemos, a su candidatura. Y nosotros decimos que no. Y votamos en blanco. 700.000 argentinos votaron en blanco para no votarlo a Frondizi.
Bueno, siguen las cosas, cae Frondizi. Antes de caer Frondizi, su secretario, un muchacho médico, que me conoce a mí, me viene a ver, Mario Valotta, y que como Frondizi andaba mal por los golpes militares que le daban, tuvo 34 planteos militares en cuatro años, Valotta me viene a ver a mí porque Frondizi había asumido el control del Diario Democracia, entonces quiere que yo haga declaraciones. Y como el diario Democracia abarcaba todo un edificio con maquinarias que venían de la época de Perón y Valotta, un buen médico y muy buen tipo, y estaban las máquinas en el edificio, controladas por el Presidente que ya no controlaba ya ni a la familia, en ese momento, y yo entonces le digo “saquemos libros, saquemos algo” y entonces sale Coyoacán. Y sacamos cuarenta titulos de Coyoacán, unos libros chiquititos, donde está todo, la Virgen María, Lenin, Herrera, Jauretche, todo, todo, todo. Y sacamos ocho semanas el semanario Política, con todo, ya con las posiciones… con todo. Porque Frondizi estaba tan decepcionado que le dijo al secretario “hagamos algo”. Eso, al final.
Entonces cae Frondizi, viene Illia y ya más o menos el grupito nuestro se había extendido por todos lados, la antipatía que alcanzaban nuestras posiciones ya tenía proporciones considerables. Teníamos una gran influencia ya en materia de conocimientos que nosotros habíamos tipificado a las fuerzas antinacionales que nosotros habíamos caracterizado y cauterizado al fuego, ya había salido el libro de Sábato, todo el mundo sabía quien era yo, el de la Sociedad Española de Socorros Mutuos. Y entonces un día cae un grupo socialista de Tres de Febrero con un concejal socialista llamado Iovine, dueño de una cadena de….
(…)
Llegamos al ’66, cae Illia, pasamos a los caños de nuevo por un tiempo, pero Onganía era un dictador benigno. Él disuelve los partidos políticos pero no molesta a nadie. No es Videla. Entonces seguimos con Carpio y otros compañeros y armamos una imprenta propia y escribimos cosas infinitas, folletos, libros y demás. Era tanto lo que escribíamos, de desproporción era tan grande entre lo que escribíamos y los que en realidad éramos, que parecíamos uno de esos chicos que hay en Jujuy, que vienen con todas las cajas, los tambores, que meten un ruido espantoso en la sierra con la virgen y detrás de ellos no hay nadie. Bueno, así éramos nosotros, hacíamos mucho ruido pero detrás nuestro no había nadie pero no obstante, bueno, la ideología, todo eso se expandía y en un momento determinado, hacia el año sesenta, setenta, qué se yo, empiezan a tener un auge desproporcionado los libros de Puiggrós, los libros míos, los libros de Chávez, de Pepe Rosa, de Hernández Arregui y de pronto, los libros míos…bueno, decenas de ediciones. Todo el mundo los lee y nos damos cuenta que, en algún momento determinado, contribuimos a conformar una nueva ideología nacional y revolucionaria para los argentinos aun que no participaban de nuestras ideas pero que de algún modo, nosotros estábamos estableciendo en el pasado un cierto corte. Había un sentido en lo que hicimos. Y eso es mérito de Puiggrós, de Chávez, de Pepe Rosa, también mío, de toda una generación que con distintos puntos de vista intentábamos asumir a la Argentina como un ser diferenciado con historia propia y viviente.
La única diferencia que nosotros agregamos o aportamos en esa tarea, con respecto a todos esos escritores que acabo de mencionar es que nosotros no veíamos a la Argentina como una nación, la veíamos como parte de la Gran Nación Latinoamericana. Y esa es, después del ’43, la contribución de nuestra generación: descubrimos América Latina como una gran patria posible. Y primero habíamos descubierto al…….. Esos son los dos instantes que yo diría que de algún modo están en la historia del pensamiento argentino.
En relación al peronismo, cuando viene Onganía, por primera vez yo trabo relación con Perón. Le mandamos a Perón un número de la revista que sacábamos nosotros. Primero le mandamos una carta pidiéndole autorización para publicar unas conferencias que él había dictado en la Escuela Superior de Guerra cuando era presidente, relativas a sus relaciones con Ibáñez y con Vargas. Notables conferencias muy poco conocidas donde él planteaba con una enorme osadía intelectual y política, dignas del gran hombre que fue Perón, que cada día –como Gardel- canta mejor, donde él plantea la unidad con Chile y con Brasil. Le mando una carta… yo nunca me había escrito con Perón, a pesar de que viajábamos en el mismo colectivo todos los días porque en el diario Democracia cuando yo estaba en Europa, yo escribía abajo con el nombre de Víctor Almagro y él escribía arriba con el nombre de Descartes así que viajábamos juntos pero en realidad nunca hablamos. Yo le escribo años después, cuando él estaba en Madrid y me manda una carta muy cariñosa, me autoriza a publicar sus conferencias, le mando la revista, que es en el año 70, creo cuando hacemos el Congreso de FUA.
Ya el movimiento nuestro, no sé si como PSIN o como FIP, tenía una gran influencia estudiantil, incluso teníamos tipos muy peligrosos, de acción, tipos de temer, hay uno que está acá, que es Alejandro Gorsky, que ahora ha perdido el pelo, que tiró a un intendente de Roca por el balcón de la Municipalidad, en el famoso “rocazo”. Es decir, había toda una oleada de estudiantes que estaban sosteniendo a este pequeño movimiento en crecimiento en el período del “cordobazo”. También hay un personaje muy peligroso del “cordobazo”, el Pelado Gómez, fotografiado entre los caballos de la montada en Córdoba, compañero Gómez que ha sufrido varios años de cárcel precisamente por su integridad revolucionaria. Grandes compañeros valerosos e inteligentes compañeros que en ese momento de ascenso popular, entre Onganía y Lanusse, va a conmover el país en protesta contra la política contra natura que los distintos gobiernos civiles y militares posteriores a Perón realizaban contra un país que quería aumentar de tamaño y al que, por el contrario, querían meterlo en un botín japonés.
Entonces ya entramos a entreverarnos con Perón. Me acuerdo que un abogado de origen liberal que desgraciadamente se perdió en la noche de la dictadura, Mario Hernández, tenía ganas de conocerlo a Perón. Tenía medios suficientes para ir a Europa y me vino a ver. Muy buena persona, por cierto, y me pidió una carta de presentación a Perón. Yo le di una carta de presentación, va a Madrid, lo ve al General, charlan de distintas cosas y en un momento dado la conversación cae sobre mi persona y Perón le pregunta cómo anda Fulano, qué se yo cuanto, y no sé el giro que toma la conversación y Mario Hernández le dice “Mire General, que Ramos se considera socialista”. Y Perón le contesta: “Macanas, en el fondo es peronista”.
Pero lo gracioso de la cuestión de Perón es que lo usual era que él desconfiaba de aquellos que afirmaban su fe peronista, sabiendo que el peronismo estaba lleno de sinvergüenzas. Él veía otra cosa, él veía algo próximo. Eso era una actitud que luego va a contar Pavón Pereira respecto de Perón y otros y que se va a manifestar además por escrito, por el propio Perón cuando en el Congreso no sé si me equivoco, de FUA, cuando ganamos la FUA, no sé cuando fue, creo que en el ’70, él manda un mensaje y me manda una carta que publiqué yo en México en unos libritos, donde Perón dice: “me cuento orgullosamente en las filas de la Izquierda Nacional” (N.R.: en realidad fue una cinta grabada que envió Perón en 1968 al IV Congreso del Partido Socialista de la Izquierda Nacional, PSIN).
Ha habido siempre entre nosotros, antes que política, una corriente de ideología militante. Porque no fue la nuestra una doctrina de libros, fue un pensamiento trocado en actos. Siempre hubo esa situación, desde el ’45. El hecho es que a partir de ese momento… yo lo visito a Perón en el ’68. Yo voy a Madrid, y estamos ahí un par de días, y hablamos con el General de todo lo que había ocurrido, etcétera, etcétera, se desarrollan los acontecimientos que ya conocemos y se produce el regreso de Perón, en el ’72.
La primera llegada de él, ustedes saben que moviliza el Ejército Lanusse alrededor de Ezeiza no como si llegara un avión con un General de edad, retirado, sino como si llegara una flota enemiga, y finalmente la Junta retrocede y lo deja entrar y va a parar a Gaspar Campos donde lo vemos nosotros unos días después.
Cuando llega Perón, creo que fue dos o tres días después, Perón convoca en el Restaurante Nino de Vicente López, a todos los partidos políticos argentinos, incluso a Balbín, y grupos que en ese momento existían, a todos los partidos, a todos. También estábamos nosotros, que ya teníamos la denominación de FIP, que nosotros no habíamos elegidos sino que fue la Justicia Electoral. Nosotros queríamos llamarnos Frente de Izquierda Nacional pero por razones legales no pudimos usar la palabra “nacional”. Se hace la reunión del Nino, preside Perón, con gran destreza y equilibrio, y además con un aguante, estuvo ahí sentado como diez horas y cada uno de los presidentes de los partidos ahí representados, expuso su punto de vista sobre la situación nacional. Había una convocatoria a elecciones, como ustedes saben, que se iban a hacer el 11 de marzo.
El propósito de Perón, no confeso pero real, era que él pudiera participar con plenos derechos como cualquier argentino. Ahora bien, en ese momento tenían derecho a participar como aspirantes a Presidente de la Nación los 25 millones de argentinos menos uno: él no, todos los demás, sí. El propósito de Perón era procurar el apoyo de los partidos para conseguir que la Junta, que ya estaba en el palo jabonoso del descenso, ya se iba, una prórroga del cronograma para permitir que Perón fuera también candidato. El más grande argentino de su tiempo no podía ser candidato a presidente. Entonces hablan todos los presidentes de todos los partidos. Se van por los cerros de Úbeda, por los castillos de España, afirman los derechos de la democracia y solamente un partido, uno, que era el nuestro, por mí intermedio porque yo fui designado para hablar, propone a la reunión del Nino, de que todos los partidos políticos argentinos allí reunidos declaren la abstención electoral hasta los comicios a convocarse, si Perón o cualquier otro argentino se ve prohibido de concurrir. Nadie acepta. Esos son los partidos políticos argentinos, esa es la democracia. Estaban los comunistas, estaban éstos, aquéllos, estaban todos y nosotros afirmamos esa posición. Habría mucho para comentar respecto de qué posición tuvimos nosotros respecto del peronismo más allá de que en el peronismo hubiera gente buena o mala porque ustedes saben que la gente es buena y mala también.
Fíjense si no vamos a encontrarle defectos a Bauzá. O a Perón. ¡Le encontramos defectos a Marx! Se dice que el más grande hombre de la antigüedad, Julio César, era un gran guerrero porque tenía algunos defectos, se dice que era el hombre de todas las mujeres de Roma y la mujer de todos los hombres de Roma.
Yo intento darle a ustedes una especie de recordatorio de cómo han sido nuestros vínculos. Jurídicos y políticos. Políticos, porque siempre estábamos en las duras y en las maduras. Estábamos juntos siempre. El hecho es que Perón no consiguió un nuevo cronograma. La Junta se mantuvo firme y el gran gorila Lanusse dijo que no y nos reunimos con Perón en Gaspar Campos con algunos compañeros que están aquí presentes y él tenía las valijas ahí, se veían las valijas. Y entonces hablamos con el afecto que dimanaba de su modo de ser y entra en ese momento Cámpora y dice… él tenía una estilo también especial… y dice “Sr. General, no se prolonga el cronograma… delante nuestro. Y Perón da la orden de que se reúna un frente, que se va a llamar Frejuli, al día siguiente, en la casa de Benito LLambí y él iba a decir quien iba de presidente, porque él no iba. “¿Y ud. no va?”, le digo. Y me dice: “No”. Era un poco la fábula de la zorra y las uvas… “No, yo me tengo que ocupar de la unidad de América Latina. Vamos a designar a algún buen compañero y –nos dice- métanse mañana en la reunión”.
Esto tiene importancia porque al día siguiente nos reunimos los partidos que iban a formar el frente, estaba el grupo del gordo Cantoni de San Juan, creo que estaba el conservador Fonrouge, estaba Frondizi, estábamos nosotros, y aparece allí Cámpora y dice: “Señores, en nombre del señor Teniente General, ofrezco a los que participen del frente, el 25% de todos los cargos electivos del país”. Y nosotros estábamos en el FIP, o sea, estaba Spilimbergo y el ala proletaria, y no entramos.
Allí sacábamos quince o veinte diputados nacionales, armábamos algo, pero había dentro del FIP, dentro de nuestra histórica tendencia, la presión de las fuerzas antiperonistas con una muy buena posición marxista pero no con una buena posición nacional.
Y no entramos al Frejuli por eso: yo era minoría siempre en el FIP. Los estudiantes ahí ejerciendo un papel técnico. Y no entramos, no entramos. Éramos demasiado revolucionarios para entrar.
El hecho es que se hace el 11 de marzo y entonces ya que nosotros no entrábamos, el partido me propone a mí como candidato a presidente. Y yo le hago los discursos a Cámpora. Cámpora en una reunión con la CGE en el Plaza Hotel, yo hablaba en nombre del peronismo, y señalé que si el candidato del FIP llegaba a ser, en estas elecciones establecidas por la dictadura, triunfador en las elecciones, yo convocaba a elecciones en 60 días para que pudiera ser elegido Perón. Siempre estábamos entreverados con el peronismo pero del lado de afuera.
El hecho es que se producen los acontecimientos que llevan después a la renuncia de Cámpora, cumpliendo nuestro programa de los sesenta días, asume Lastiri. Entonces finalmente ya el Ejército estaba derrotado, ya no podía hacer nada, ya estaba la renuncia de Cámpora, ya estaba Lastiri, y convoca a elecciones para el 23 de setiembre, y entonces nosotros decimos, bueno, lancemos la fórmula Perón – Perón. O sea, a Perón y a la señora. Lo vamos a ver a Perón. Y a Pablo Fontdevila se le ocurre la idea de que en vez de decir “venimos, General, a apoyar su candidatura”, porque yo hablé con LLambí que era ministro del interior y le digo que el FIP quería lanzar la candidatura de Perón para el 23 de setiembre. Entonces él lo llamó al General y en dos minutos ya teníamos cita para el día siguiente, y vamos a verlo a Perón, y a raíz de la idea de Fontdevila, que fue una gran idea política, vamos allí y decimos: “General… en Gaspar Campos, ya estaba de vuelta… nosotros queremos lanzar la candidatura suya a presidente y de su señora”. “Pero muy bien, pero encantado”, y entonces lo mandó llamar al ministro y al apoderado y les dijo “preparen los documentos que tengo que firmar porque yo voy a ser candidato del FIP”, además de ser candidato del Frejuli.
“Pero hay problemas”, le digo.
“¿Por qué, qué problemas?”, nos dice.
“Ud. sabe que usted se ha rodeado de candidatos que le resultan útiles en el Frejuli, pero nosotros quisiéramos, si usted es nuestro candidato, no elegir a sus aliados, por eso, ¿qué le parece que –de acuerdo con la idea de Fontdevila- hagamos una boleta propia?”.
“Pero sí, pero encantado, si yo siempre fui socialista”, entonces ahí me contó el origen de la palabra justicialismo, con la inteligencia y la gracia que podía tener Perón: “Ud. sabe que nosotros queríamos llamarnos en el ’45 Partido Socialista Laborista, pero estaban tan desacreditados, estaban tan extranjerizados, habían estado tanto con Braden, que era una mala palabra, entonces un gringuito Stafarini de Previsión Social me dijo, ‘no, Coronel, hagamos algo que tenga que ver con la justicia’ y ahí salió Justicialimo. Socialista yo siempre fui”.
Yo le dije: vamos a poner en la boleta del FIP “Liberación y Patria Socialista”. Entonces Perón fue elegido presidente el 23 de setiembre de 1973 por dos boletas: la boleta del Partido Justicialista y la boleta del Frente de Izquierda Popular.
Entonces están a la noche en el Ministerio del Interior, con las computadoras, los periodistas, los crápulas, ahí en Casa de Gobierno, y entonces entran a llamar por teléfono por todos lados, porque los votos del FIP, eran en cada momento que pasaba, más, más y más.
Me acuerdo que me peleé con un diputado peronista, Gallo, que dijo “la gente se confunde”. El hecho es que sacamos casi un millón de votos y seis millones y pico, el Frejuli. Cuando nosotros nos vamos el día que firmamos el acuerdo con Perón, para que también fuera nuestro candidato. Él estaba muy contento… porque nadie iba… yo me estoy yendo con los compañeros y le digo “Bueno, con nuestro apoyo, duerma tranquilo porque usted va a ser presidente”. Se ríe y dice: “maíz por maíz nos comeremos el maizal”. Diciendo: un poquito aquí, un poquito allí… pero se quedó mudo Perón con el millón de votos.
Se hace una reunión del directorio de EUDEBA, en la Universidad de Buenos Aires, que presidía en aquella época, Jauretche, que fue la única época que EUDEBA no (…..) y entre los directores, como siempre, había algún salame que habla. Y Jauretche era un tipo de muy malas pulgas, era un tipo muy gracioso pero malhumorado. Y se comentó… todo el mundo comentaba… un millón de votos el FIP… y alguien dijo “sí, pero quien sabe… la gente no sabía a quien votaba…”.
“Pero no diga pavadas –dijo Jauretche- si yo voté por el FIP”. Una enorme cantidad de gente quería que hubiera otra cosa, dentro del campo nacional. Esa es otra de las cosas que establece un vínculo, no solamente, puramente doctrinal sino un vínculo político concreto, de algún modo nosotros acercamos a la gente que directamente no hubiera votado por el Frejuli, donde había gente detestable, que prefirió votar por Perón así. De modo que tuvimos algo que ver con el triunfo de Perón.
No quería olvidarme de comentar también las características que tuvo la lucha interna en nuestro movimiento, que fueron varios episodios, que yo he mencionado en estos rápidos apuntes pre-infarto que creo que todos los compañeros han tenido ocasión de mirar y que revelan que nosotros no estamos al margen de la historia viviente. Nada más horrible para un grupo político, por bueno que sea, que sea una especie de secta anarquista o de monjes de esos que hacen esas comidas…nada más horrible que la esterilidad…
(…)
Porque ustedes saben que en el campo socialista, el que disiente va a parar a la tumba sin ninguna clase de interpretación.
Entonces, hemos tenido disidencias. Una de las disidencias que yo creo que fue una de las más significativas porque fue pública, fue la que tuvo lugar después del triunfo de Perón el 23 de setiembre del ’73 en aquella famosa comida que organizó el movimiento en un gran restaurante de la Costanera que se llamaba en aquél momento Fortín Cero. Era un enorme galpón que estaba sobre el río, muy muy grande y donde fueron 700 u 800 comensales, en el estadio de euforia que vivía el país con el triunfo reciente de Perón. Nosotros allí convocamos a los compañeros y demás, vinieron también bastante peronistas y allí ahí se pronunciaron dos discursos que son bastantes significativos porque revelan puntos de vista distintos sino que también revelan el pasado ideológico común, el pasado remoto, y es que Spilimbergo que como ustedes saben es uno de los muchachos que yo he conocido en el movimiento de mayor talento creador, y es una verdadera lástima que haya seguido otro camino, tenía un punto de vista que no correspondía al movimiento y al estado que tenía el país, que después de 18 años había venido, un muerto civil, cargado de 27 juicios entre ellos uno por estupro y cuyo crédito y cuya fama habían sido arrastrados por todas las ciénagas del mundo y había vuelto, a los setenta y tantos años para ser llevado con un triunfo al poder, era muy importante.
Spilimbergo se levanta en la comida y da un discurso. El núcleo del discurso se expresa alrededor de dos o tres frases en las que él señala a Perón, que acababa de ser elegido presidente, como “el jefe del ejército de clase enemigo”. No puedo este momento recordar si también hace una referencia a Chan-kay-shek… explico acá a las compañeras y compañeros este nombre chino, Chan-kay-Shek, que ha sido olvidado, es una figura importante de la historia contemporánea china, para que se entienda qué quería decir en ese momento Spilimbergo.
La Revolución China empieza con la caída de la emperatriz viuda, en 1910. Gran imperio, dominado territorialmente por potencias extranjeras, en una gran decadencia y empieza una revolución. La revolución la encabeza un señor llamado Sun-Yat-Sen, una especie de gran Padre de la Patria chino, un humanista, y es sucedido por un General, que va a ser el héroe militar de China antes de Mao. Un nacionalista burgués, amigo de los Estados Unidos, que intenta unificar China. Se llama Chan-Kay-Shek. La mayor parte de ustedes no había nacido cuando usted había desaparecido. Chan-kay-shek hace toda clase de cosas, en el famoso incidente del Cantón, mete a los comunistas en las calderas de los ferrocarriles, es el jefe nacionalista chino. Pero también están los campesinos y aparece Mao-tse-tung, con su ejército, con sus banderas, avanza y Chan-kay-shek dispara. Y se va a parar a la isla de Formosa, que es una isla abandonada, donde están los campesinos tradicionales dándole al arroz y aparece un ejército, se apodera de la isla, que ahora se llama Taiwán.
Chan-kay-shek es una figura muy importante de la Segunda Guerra Mundial. Está en el nivel de Churchill, de Roosevelt, de las grandes figuras. Y era considerado y fue el representante de los intereses de los grandes capitalistas chinos contra Mao, que representaba a los campesinos. Ese es Chan-kay-shek. Y Spilimbergo en su discurso compara a Perón, de acá, con el jefe del ejército de clase enemigo, con Chan-kay-shek. Entonces se produce un estado de malestar muy grande. Me acuerdo estaba Pérez Colman, periodista de La Nación, sentado a la mesa y comenta “¿Qué pasa acá? Esto es raro”. No era la posición nuestra, si nosotros habíamos llevado el Perón-Perón y habíamos sacado un millón de votos. Veo que se levantan unos tipos y me comentan: “esos son peronistas que se van”.
Bueno, me toca hablar a mí. Yo hago un discursito, no recuerdo qué dije pero sí dije quiero que los compañeros que estamos aquí nos pongamos de pie y brindemos por el jefe de la Revolución Nacional y deseemos larga vida al gran argentino que hoy es presidente de la república.
Después hicimos una reunión de la Junta Nacional del FIP y se planteó la cuestión. Después hubo un boletín interno del FIP donde Spilimbergo ensayó una explicación, que me pareció no muy convincente, no me acuerdo muy bien, que no sabía qué decir. Había ahí un elemento fundamental, y es que la divergencia era que nosotros estábamos en la ruta histórica con el peronismo, dentro o afuera pero estábamos. No estábamos del otro lado. No hay tantos lugares en los campos de batalla de la Historia para decir “esta platea no me gusta, quisiera un palco mejor que éste”. No. Las cosas son muy sencillas, se está de acá o de acá. La política siempre es un sistema de opciones. La doctrina es un sistema múltiple de hipótesis. Si hubiéramos sido un grupo político destinado al análisis, como lo habíamos hecho 40 años antes, si hubiéramos dicho “esto podría ser así, no me gusta esto”. Está bien: es un centro de estudios, es un análisis sociológico. Está bien, pero nosotros habíamos adoptado, bien o mal, la decisión de llegar a hacer política, estar en los actos, de no llegar solamente al análisis, sino de llegar a la síntesis y de procurar, si es posible, el poder, todo o parte o parcialmente, para poder realizar desde el poder, parte de las aspiraciones de los argentinos. Entonces si nosotros hacemos eso, estamos confundiendo a todo el mundo.
Eso se iba a volver a plantear y yo diría con caracteres realmente graves, por el mismo compañero Spilimbergo, cuando llega el gobierno de Videla, se prohíben las actividades políticas y hacemos un congreso postal. El gobierno de Videla castigaba con cárcel a aquél que hiciera alguna actividad política. No terrorista: a los terroristas los mataban. A aquél que se reuniera a conversar, lo metían a la cárcel. A mí me hicieron un par de procesos, de los que por suerte salimos indemnes. Entonces resolvimos hacer en aquella época, parecía una especie de cosa loca, hicimos un congreso del movimiento, por correspondencia. Entonces todo el mundo, de todo el país, escribió. Tesis de aquí, tesis de allá, a punto tal que se recopiló y hay un volumen de 500 páginas, creo, grueso así, con todos los documentos que se publicaron. Y ahí hubo un debate donde Spilimbergo y otros compañeros desarrollaron, me imagino que muchos de los que están acá lo leyeron, sus puntos de vista, que llegaron a ser muy graves, desde el punto de vista de la tradición que arrancaba del 40 y del 45, y que no habíamos modificado nunca, nunca modificamos la tesis de la unión con el peronismo.
La tesis central que iba a originar después la desgraciada renuncia, desgraciada porque siempre la he lamentado, de Spilimbergo y otros compañeros, consistía en el siguiente concepto: que de algún modo, la dictadura militar de Videla, al destruir y aplastar al peronismo, podía facilitar un reagrupamiento de las verdaderas fuerzas revolucionarias que hasta ese momento estaban limitadas por la presencia del peronismo. Si yo no me equivoco fue el concepto ese, que es terrible, el de la losa protectora de los gusanos.
Yo señalo estos conceptos que tienen que ver con las alternativas de nuestras relaciones porque son esenciales para poder comprender el momento que vivimos. Y yo señalaría la continuación muy curiosa de nuestra relación con el peronismo que se van a dar a partir del año ’80, ’82, por la época de las Malvinas, porque nosotros venimos a ser una especie de factor sustituto de las omisiones del peronismo. Cuando Perón, en el año ’74, el peronismo, ya estamos directamente con este punto en la actualidad, sufre un proceso de desvitalización notorio que está vinculado no solamente a la desaparición del gran caudillo que había establecido una especie de jefatura histórica, muy particular, creo que está vinculado a las transformaciones de los últimos treinta o cuarenta años de la sociedad argentina.
Desde ya que el tema de Malvinas va a jugar un papel, porque el movimiento que asume la causa de las Malvinas es el FIP y todos los públicos que nosotros vamos a encontrar en todo el país en las giras que hicimos y en los actos, todos los públicos son peronistas. Cuando nosotros queremos decir algo que tenga un carácter revolucionario y transformador, no tenemos un público progresista, en el sentido convencional e hipócrita de la expresión, cuando alguien dice “esto me gusta” o “hay que luchar contra los ingleses” o “hay que transformar a la provincia de Corrientes en una poderosa provincia industrial”, cuando hay que hacer esto o lo otro, todos los públicos que hemos conocido a lo largo de estos treinta o cuarenta años y que nos han expresado su adhesión, son peronistas.
La palabra “progreso” es reaccionaria, en el sentido histórico y no semántico. Ha llegado a ser sinónimo del estancamiento intelectual y político del país. Si aquí hubiera una reunión del público que se supone de ideas avanzadas, que son progresistas, socialistas, izquierdistas, comunistas, trotskistas, cubanistas, todo lo que ustedes quieran, y nosotros decimos estas cosas que tienden a darle a la Argentina y a la América Latina su verdadero y pleno significado, ellos estarían en contra. En cambio, el público común, la gente común, el pueblo, el peronismo, están de acuerdo. La revolución está de este lado, porque hay una especie de… la realidad contemporánea está enmascarada. Si usted considera desde el punto de vista de las ideas del Siglo XVIII, de las ideas del Iluminismo, las características exteriores de algo, le diría, por ejemplo, “peronismo”: nace de un golpe de estado, de una dictadura militar, ya es malo. Apoyada por los curas, es malo. Disuelve los sindicatos, prohibe los diarios, paraliza los partidos políticos, todo es malo. Por otro lado, en ese momento, ¿no?, en el ’45, el Partido Comunista, se funda en la defensa de los obreros, se funda en la expropiación del capital, se funda en el establecimiento de una sociedad sin explotadores ni explotados, se funda en que debe eliminarse a la burguesía y el capitalismo, y a los militares reaccionarios y a los curas oscurantistas… está muy bueno.
La exteriorización reaccionaria del peronismo, esconde su contenido revolucionario y la exteriorización ideológica de la izquierda esconde su contenido contrarrevolucionario. Cuando llega el momento, la izquierda está contra el pueblo. El secretario general del Partido Socialista, Américo Ghioldi, diputado nacional, discípulo del Dr. Juan B. Justo, traductor de El Capital, cuando fusilan al General Valle y al Coronel Cogorno, dice la frase: “Se acabó la leche de la clemencia”. Y es embajador de la dictadura de Aramburu y embajador después de Videla. Esto quiere decir que aquello que parece ser, no es. Eso es lo que quiero decir, el enmascaramiento de la realidad, entonces cuando nosotros planteamos la defensa de las Malvinas y somos invitados nada menos al despacho del Ministro del Interior de la dictadura de Galtieri, felicitamos al ministro así nomás y salimos a luchar por las Malvinas. Entonces, el público peronista, acorde con eso asimismo nos considera suyos. Uds. habrán oído mil veces la frase “che, ustedes son mejores peronistas que nosotros, métanse”. Y entonces es cuando yo digo, en chiste, que ahora que estamos afuera tenemos un millón de amigos y cuando estemos adentro tendremos un millón de enemigos. Es un chiste. ¿Qué quiere decir eso? Lo siguiente: el peronismo de los últimos quince o veinte años no es el de Perón. No solamente porque la Argentina es una sociedad distinta a la que conoció Perón, no porque la Argentina es solamente una pirámide invertida que es absolutamente inviable. En la débil base de esa pirámide se acumula un numéricamente débil grupo de obreros industriales, productores agropecuarios, de servicios, de investigadores científicos que representan el núcleo productivo. Y todo el resto hacia arriba es improductivo, es el resultado de cuarenta años de contrarrevolución. Millones de jubilados, millones de empleados públicos estatales y municipales, millones de pequeños comerciantes totalmente improductivos, millones de servicios que no son indispensables a la producción. Todo eso está arriba. En estas condiciones es inviable. Es inviable. No puede haber jubilación, no puede haber buenas remuneraciones a la educación. Porque la Argentina fue detenida en el año ’55 por las fuerzas reaccionarias liberales e izquierdistas en la tentativa de capitalismo ampliado y multiplicador que Perón había encarnado en sus primeros dos gobiernos. Hasta llegamos a producir unos de los primeros que hubo en el mundo, aviones a reacción, los Pulqui, que fueron fabricados por nuestros técnicos en Córdoba y que fueron echados al diablo y que tuvimos después que comprar al exterior. Hasta eso. Lo único que logró sobrevivir y que ahora Cavallo quiere matar, es la industria nuclear, que fue y es la gran proeza del pensamiento científico y técnico argentino. Después se murió todo. Y esa sociedad generó sectores intersticiales de clases medias que iban a entrar al peronismo cuando gozaran del poder. El mundo de los Manzano, por hablar de una fruta no sé si podrida o en buen estado… pero en fin… una sola manzana echa a perder un cajón; un solo Manzano, también. Ese mundo de arribistas que se apoderan de las personerías jurídicas. Los Kirchner, Constanzo… Y eso hace que revista el peronismo una característica especial y que el presidente sea el último de los peronistas históricos. El último que queda, por razones biológicas, generacionales, por las dotes que tiene, él es el peronismo. Los demás, no. En el mundo de abajo, sí. La mersa, sí. Yo me refiero a la estructura. Lo que nosotros llamamos peronismo, realmente no es el pueblo. Se dice que él ha perdido un millón de votos en las últimas elecciones, pero sacó seis. Es decir que cuando nosotros sosteníamos la tesis, cuando éramos muchachos, de que el gran cauce histórico de la revolución del ’45, que en grandes jornadas modificó el curso de los acontecimientos, ese cauce no fue reemplazado por otra cosa. Debería haber grandes acontecimientos que podrían haberse producido, surgido otras fuerzas, otras ideologías… no ocurrió nada de eso. Y ese cauce, es el que una o dos generaciones después, las grandes masas siguen… no hay otra.
El botarate éste… piojo resucitado como dicen en Tucumán… Álvarez… es el resultado coyuntural del Pacto de Olivos, son los votos de los conservadores y los radicales de la Capital, que votaron contra Menem. No significa nada, es una hipertrofia de la prensa mentirosa de la Capital, un invento. Pero sí, el peronismo sigue siendo el que reúne, aún a aquellos que, ante el asombro de los ignorantes de los periodistas dicen “¿cómo es posible que voten por Menem los desocupados? Pobres, si están embromados”. Pero es lógico, porque la historia social argentina, que esa gente no la lee en los libros sino por tradición oral, les enseña que cuando hay un gobierno peronista, por malo que sea, algo hay para los pobres, y cuando hay un gobierno radical no hay nada para los pobres. Pero miren ustedes qué difícil sociología política llegamos nosotros a comprender. ¡Es así! ¡Ahí está!
Nuestra tesis fue errónea cuando nacimos en el ’45. Fue una tesis de algún modo europea la que nosotros como muchachos decíamos. Hay una sucesión histórica, como se acaba de confirmar. Primero está la comunidad primitiva, después los esclavos, después los siervos, después vienen los obreros y los capitalistas y después viene la felicidad universal. Sucesivamente las leyes iban a determinar la sucesión de las clases… pero no fue así… no fue así. La cosa no fue así.
Somos una diagonal de la historia. La India es otra. Vayan a contarle a la Isla de Balí que cada muchacha de esas que se mueven con esas cinturas que por favor consiga un turista que haga un presupuesto con una computadora al pie de la palmera… Es otra cultura, es otra cosa, el mundo por suerte es ampliamente diverso y nosotros, nuestra generación, creía que era un mundo integrado, que estábamos bajo las determinaciones del Marqués de Laplace y que las leyes del determinismo iban a preparar, quisiéramos o no, un porvenir dichoso que se iba a llamar “sociedad socialista”. Y no se sabe. Hay que luchar por crear la sociedad que queremos en el lugar histórico que hemos vivido. En ese caso, los peronistas, la masa, la mersa, está ahí, no hay otro lugar. No se ha inventado otro lugar.
De modo que llegamos aquí a encontrarnos, cuando se establece la lucha en entre el realismo político y el pensamiento mágico, que es en el año ’89… no tiene nada que ver esto con García Márquez… no lo he inventado yo. Recuérdense que en el año ’89, toda la prensa infame, que es una tautología, siempre es infame por ser prensa, nos enseña que de un lado está el Dr. Cafiero, imagínense ustedes, lo conozco hace treinta años, cuarenta años. El Dr. Cafiero es un hombre culto, es un hombre de Ciencias Económicas, un economista, joven ministro de Perón. Ha sido de todo: gobernador, diputado… Toda la prensa, nacional e internacional, las instituciones serias, el “estabilishment” como dicen ahora, dicen que Cafiero es el candidato más aceptable para el mundo conservador, serio…que va a hacer un peronismo… aparece una palabra pestífera… “creíble”… que generalmente la pronuncian tipos increíbles. Es un candidato creíble.
Y por el otro lado aparece… un tipo… corvo, chiquitito, disfrazado vagamente de un Facundo Quiroga de los llanos donde ya no hay tigres, un tipo de Anillaco, que es gobernador, que es simpático, que es entrador, que anda con un ponchito, con unos perros sarnosos y cita los lugares de diversión, aparece en la televisión al lado de Sapag, que lo imita, y que no se sabe si Sapag es Menem… pero que está lejos de ser un tonto, que revela ser el político argentino de los más agudos e inteligentes de este momento. Porque cuando él se hace el payaso… es el único gobernador conocido en la república porque hace el cocoliche en los programas de televisión. El resultado es que uno pregunta “¿y ese quien es?”, el gobernador de La Rioja y después nadie conoce el nombre de ningún gobernador. Nadie. Ni siquiera el de Amenofis IV, el gobernador de Tucumán, digo yo, por Riera, aunque a Amenofis IV, el ilustre rey de Egipto, lo embalsamaron después que murió y a Riera, antes.
Pero lo conocen todos al gobernador de La Rioja, y ese conocimiento es parte de su plan político que reveló que estaba lejos de ser ridículo, reveló que en un medio como éste él se hizo conocido. El gobernador de La Rioja se llama Carlos Menem y tiene un aire de… qué se yo… de gauchito, es simpático… Esa su presentación hace años, en la época de Alfonsín. Entonces aparece y se divide así, como se trata de desacreditar a Menem dicen… “son cosas mágicas”… “son cosas poco razonables”… la racionalidad está del lado de Cafiero entonces se habla de “política realista” y de “política mágica”.
Nosotros vemos el desenvolvimiento de la lucha interna, gana como ustedes saben Menem, y después nos reunimos con él en la casa de gobierno de La Rioja, y le proponemos un frente para su candidatura, él acepta, se reúne una cantidad de gente, me piden a mí que escriba la declaración del frente, etcétera, etcétera, nosotros redactamos el programa del Frejuli, y en el Frejuli, cuando se firma en La Rioja, está, desde ya el Partido Justicialista, está el grupo de Spilimbergo, está el grupo Comunista Revolucionario de la guerra larga, está el Partido Socialista amarillo, de la guerra corta, está el Partido Conservador Popular, de Amoedo, está el líder anti imperialista de América Latina, Oscar Alende, están todos y nosotros también, desde ya.
Pero se desarrolla el gobierno de Menem, que no es tema de esta exposición analizar,
(…)
… y él la pone de ministra a la Alsogaray, que es un apellido, es un apellido. Y después rompe la UCD porque si hay alguien que rompe la UCD y el Partido Conservador de la Capital, es Menem, con la guasa ésta. Y entonces, los elementos conservadores con los que él intenta darle marco serio son una calamidad, qué voy a decir. Entonces queda solo: ni izquierda, ni centro, ni derecha, ni progresismo… queda solo. Pero lo que ocurre, para llegar al punto que nos interesa, es que la estructura, como en el ’89, la estructura del PJ… llamo estructura a gobernador, vicegobernador, legislador provincial, asesor del legislador provincial, secretario del asesor del legislador provincial, amigos del secretario del asesor del legislador provincial y parientes, más provincia por provincia, etcétera, etcétera, los concejales, los aspirantes a concejales, los amigos del concejal, el ayudante del concejal más los aspirantes a ser ayudantes, todo eso son diez, quince, veinte, treinta mil personas en todo el país que puede tener cada partido grande, son los tipos que han dirigido toda su vida a la mordida. Eso es lo que se llama “el aparato”. Los partidos políticos argentinos, está a la vista, no es necesario hacer una investigación sociológica especial, se han convertido en máquinas expropiatorias de la voluntad popular, máquinas expropiatorias, que tienen su origen en la Constitución, que hizo Alberdi mal y nadie lo ha corregido y eso no se le ha ocurrido a nadie en esta Constitución de opereta que han hecho y es que en la Constitución Nacional se dice que el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes, si llega a hacerlo es sedición. No importa, esta es la realidad, yo no voy a proponer una declaración, acá no hay que hacer declaraciones, acá hay que hacer política.
Yo les decía a las compañeras del SACRA que el SACRA debía colocarse en la posición de nunca más en ningún momento elevar ningún petitorio a nadie, porque el que eleva petitorio es el que no tiene nada y el que lo recibe les dice a las chicas “vamos a estudiarlo” y lo pone en un cajón. Hay que colocarse en la lucha política en la posición de recibir el petitorio y no de darlo. Por eso somos un partido político y por eso queremos actuar sobre una realidad. Yo les hablo del pasado, de cómo hemos llegado aquí. Entonces llega el momento éste… ¿cuál es el cuadro actual de la política argentina? El presidente de la república con la inmensa facultad que le otorga de algún modo, no diría de la Constitución sino de lo que queda de la tradición nacional, ustedes recordarán, aquellos que han leído la Constitución alguna vez, que la Constitución dice que el Presidente de la República es el Jefe Supremo de la Nación, viene de Rosas, viene de la Historia de América Latina, viene de que los países coloniales y semicoloniales requieren gobierno fuertes y centralizadores frente a un poder mundial centralizado. Solamente aquellas sociedades civiles maduras y ricas, como Italia, Francia o Estados Unidos pueden tener gobiernos débiles, porque la sociedad funciona sola aún sin el gobierno.
Puede ser una cabeza de tocino presidente de los Estados Unidos, el más grande poder militar, porque toda la sociedad funciona, toda la sociedad tiene actividad económica, instituciones nacidas del desarrollo capitalista que no hemos tenido, entonces puede ser presidente un hombre como Ford, del cual se decía que no podía hacer dos cosas al mismo tiempo: caminar y mascar chicle. Fíjense si sería tonto. Sin embargo la sociedad norteamericana es una sociedad admirable. Terrible y admirable, llena de creación. Nosotros, no. Nosotros somos un capitalismo tardío, marginado de la historia, donde aquí si no hay un ministro que cree una formidable combinación industrial en Tucumán para poner de pie ahí los productos del azúcar, la iniciativa privada no va a aparecer. No hay sociedad capitalista. Y si hay un capitalista y tiene guita, se va a Punta del Este, se va a cualquier lado. Por eso es importante el papel del presidente, que ha sido rebajado en sus facultades, al menos en la letra, por este mamarracho de Constitución de Santa Fe.
Sin embargo, en la eventualidad del poder, Menem continúa siendo el presidente con una enorme capacidad de acción, con Constitución o sin Constitución. Pero todo el peronismo está contaminado. Digo todo por decir la mayoría. El no cuenta con todos los gobernadores, además se le han vuelto respondones. Además, en el peronismo de la Capital hay una cantidad de degenerados que quiere hacer de la ciudad de Buenos Aires, un …… propio, fundado en el pacto de Olivos, poniendo en peligro lo que costó tanta sangre y tanto esfuerzo a la Nación, que fue la federalización de Buenos Aires, en 1880. La Constitución anterior, no esta porquería, decía que el presidente es el jefe supremo de la Nación, y es el jefe inmediato y directo de la Capital, para la cual designa a un empleado, que puede ser Ramoncito Hernández, que anda con el orinal, o el peluquero. Cualquiera, pero el jefe es el presidente. Es la historia de cien años. ¿Por qué? Porque esta Capital, desde la Revolución de Mayo ha sido ingobernable y enemiga de las provincias, dueña de la aduana, apoyatura de los bancos internacionales, generadora de ideología antinacinal. Por eso tuvo que poner todos los cañones Krupp el tucumano Roca en el barrio de Belgrano para poder ser presidente, porque no tenía seguridad para ser presidente de la Nación, votado por todas las provincias argentinas menos por Corrientes y Buenos Aires. No tenía seguridad si no tenía los cañones Krupp en Belgrano. Y les aseguro a ustedes a la luz de lo que ustedes han visto ahora con el Chacho Alvarez, que no muchas cosas han cambiado desde Roca. Como lo revela que el peronismo de la Capital quiere estatuto independiente. La Capital es de todos los argentinos, no de los porteños. La Capital Federal tiene 150.000 empleados, tiene un presupuesto de 2.300 millones de dólares. Primero la Nación, después la provincia de Buenos Aires, y después la Capital. ¿Qué es esto? El presidente está inerme. Entonces, en estas condiciones, en este momento, donde las degeneradas, como decía mi mamá, las peronistas de la Capital reparten en la Convención preservativos, denotando así que son unas descaradas que odian el amor, porque nadie hace eso… el acto más íntimo y profundo que es el amor de una mujer y un hombre, que puede dar lugar al nacimiento de un hijo, no se exhibe allí como si fuera un viajante de artículos de goma. Eso está revelando el grado de obscenidad, de degradación moral y de mal gusto que… la vida nacional.
Allí está Menem, solo. Está Duhalde en contra de él. Gran parte del Senado, no hablo de los diputados… En esta situación ¿cómo está el peronismo? Mirémoslo así, globalmente. El peronismo es un mosaico bizantino de la época de las primeras emperatrices de Bizancio que a los artistas les hacían hacer una letra chiquitita así y con eso le hacían hacer un cuadro fenomenal. Cada pedacito chiquitito es una línea del peronismo. A nadie se le hubiera ocurrido en vida de Perón dar un paso adentro porque había que ponerse así y decir “qué grande sos”. Ahora el peronismo está en condiciones de recibirnos. No solamente de recibirnos sino que desea recibirnos. Y nosotros, de seducirlo. En este momento necesitaría yo un actuario con una poderosa máquina de gran escala para poder contar las líneas. No creo que una PC usual pudiera contar la cantidad de líneas que hay en el peronismo. Cada municipio tiene veinticinco mil. Cada municipio.
Entonces nosotros en este momento hemos llegado a la conclusión, en las conversaciones preliminares que hemos tenido, consultando con todos los compañeros del país, de que nuestro vínculo con el peronismo debe darse en el interior del gran movimiento de la Revolución Nacional. Y ese movimiento de la Revolución Nacional, y esto tiene que quedar bien claro, me parece a mí, no es el movimiento de la Revolución Nacional que ha sido pintado después del ’45, por el exquisito pincel de Leonardo Da Vinci. O de Botticelli. Uds. han visto que las mujeres de Botticelli, que son bellísimas, no tienen una cucaracha acá. Pero el peronismo sí. Porque el cuadro del peronismo tiene una cucaracha acá, una verruga allí, un rubí aquí… es una confluencia de fuerzas diferentes.
Cuando alguien dice: “qué horror lo que ha dicho Barrionuevo”, que es uno de los teóricos del peronismo. Barrionuevo dijo: “yo soy el más alcahuete de todos…”. Sí está bien… pero también hay tipos bañados en plástico, digno, serio, que es Luder. Y al lado de eso hay una obrera, hay un intelectual, hay una mujer decente, hay un tipo bien, porque es una confluencia de sectores, grupos, sectores, clases, militares, laicos, chupacirios, izquierdistas, derechistas, delincuentes, ex convictos, decentes a carta cabal, ese es el gran movimiento. No se juntan siete millones de personas y uno les hace un examen psicoanalítico y un examen de orina y les dice: “ya estás apto”. Es eso: es la gran fuerza del pueblo argentino, en todos sus aspectos, positivos y negativos, inmorales y morales. Pero lo que importa es el cauce histórico hacia el cual se dirige, dónde reinstaló la historia. Yo en broma decía que cada vez que el Ejército se mueve, como en el caso del ’43 y demás, realiza actos trascendentales por causas insignificantes. No sabe lo que hace. Oliverio Cronwell, el gran soldado y protector de Inglaterra dijo un día que nadie va tan lejos como aquel que no sabe a dónde va. Y ese fue el héroe, el que le cortó la cabeza al Rey.
Entonces éste es el peronismo. Nosotros, sí, tenemos que responder a veces a inquietudes de compañeros de mucha experiencia y que queremos mucho porque han trabajado a lo largo de muchos años con nosotros. Entonces nos pregunta, por ejemplo, he leído algo, qué va a pasar si entramos como justicialistas o como peronistas y perdemos nuestra identidad. La identidad no se funda en el estatuto jurídico que rige nuestra vida electoral legal, que es un estatuto para todos los partidos. La identidad se funda en lo que somos, en nuestra comunidad de armas, en nuestra comunidad de ideas, en que nos conocemos todos y hemos participado muchos de nosotros en todo el país en las mismas visiones de la vida, que tenemos una actitud frente a la sociedad, frente a los ricos, frente a los pobres, frente a la oligarquía, frente a la cultura oficial, frente a la religión. Fíjense ustedes, en este momento, a propósito de la religión, la característica de nuestra generación del año ’40, que ustedes no conocieron, es que aquí toda la izquierda y la gente progresista, es antimilitarista y anticlerical, fundamentalmente. Siempre es así. Me acuerdo porque de pibe me gustaban más los pastores casados que los curas célibes. Los pastores porque eran más discutidores, más tarambanas. En general los socialistas de esa época simpatizaban más con los protestantes que con los católicos, porque formaban parte del dominio inglés. El calvinismo iba a dominar mundialmente a la opinión católica, antiespañol. Sin embargo, observen ustedes cómo se están moviendo las grandes masas de la historia de nuestra época, ante nuestros ojos. Al desaparecer todo el proceso… (ya termino, les voy a decir una cosa confidencial: viene el Cardenal Quarracino a saludarme porque he estado enfermo, pero después vuelvo)… fíjense ustedes, al desaparecer todo el sistema criminal del stalinismo en todo el Este y poner en discusión nuevamente el significado del socialismo, porque Yelsin está tratando de hacer capitalismo, no? Dijo que lo peor que le pudo ocurrir a la historia del mundo es que hubiera nacido Marx. Ese es el secretario del Partido Comunista. Ese es el heredero de Stalin. Al desaparecer toda esa morralla espantosa, quedó el capitalismo. El capitalismo que vemos, Estados Unidos, el invasor, el saqueador, el que bloquea Cuba… entonces la Iglesia, está ocupando un lugar pasivo y se está desplazando hacia posiciones avanzadas, progresistas. El Papa ha dicho que reclama un salario para el ama de casa. Acaban de declarar acá y en otros lugares, acá un obispo, que el tema famoso del aborto esconde la voluntad de las potencias imperialistas de esterilizar en masa a las mujeres del Tercer Mundo. Al no tener competición del bloque stalinista, la Iglesia ocupa el lugar de ideas renovadoras y revolucionarias. Y en relación a esto último ya, podríamos decir dos cosas: primero, que en el año ’75, en el Año Internacional de la Mujer, un grupo de compañeras de aquí, resolvió encarar el tema de las mujeres. Hubo grandes discusiones en el partido, incluso hubo un compañero que ya no está, que denunció que había actividad conspirativa de mujeres que se reunían en casas particulares para tratar temas que el partido no conocía. Se desarrolló el punto de vista, digamos… pasamos una fase, diría yo, feminista, en el sentido de la instalación de la naturaleza de la mujer, de sus problemas, de su sexualidad, de su posición en la sociedad, etcétera, etcétera, que el feminismo, tan legítimo desde ya como cualquier otro movimiento, de esta naturaleza, pudo ser identificado por las compañeras como parte de una franja de las mujeres, en particular, el feminismo, de las mujeres cultas o intelectuales porque tenían cierto nivel de vida y se dedicaban a estudiar y a defender los derechos de la mujer.
Pero quedaba, como del otro lado de la luna, la cara oculta de la mayoría de las mujeres, que eran algo que no solamente yo diría que podía ser calificado de categoría social nueva, descubierta por nuestras compañeras sino yo diría un sexo-clase, es decir una clase social, de género femenino, oculta para los sociólogos, dada por naturalidad, por hecho de la naturaleza, aunque es un hecho de la cultura que durante miles de años ellas debían desempeñar las funciones que todos conocen, sin retribución (…) y humillación social. Ese descubrimiento llevó al sindicato y ese sindicato es en nuestra opinión, el único factor dinámico en movimiento en una sociedad que está en este momento, paralizada.
Yo diría, compañeros, para terminar, de que la incorporación de las principales dirigentes, no del sindicato, sino de las principales dirigentes del Sindicato de Amas de Casa al peronismo, reproduce de algún modo la tradición del peronismo, que fue fundado, el Partido Laborista que llevó a Perón al poder en el año ’45, por la Unión Ferroviaria, que organizó a través de todos los trenes, el Partido Laborista en un mes y que además adquirió luego, cosa que indica hasta qué punto fue luego un verdadero hombre de la modernidad Perón, adquirió luego lo que se llamó la 62, que es el brazo político del movimiento obrero del peronismo. Acá, al decir nosotros que entran al peronismo las dirigentes del SACRA, es como si fueran el brazo político del sindicato, lo mismo que entramos nosotros, los militantes del Movimiento Patriótico de Liberación, y que vamos a entrar allí, y vamos a encontrar apoyo, en una cantidad muy importante de peronistas descontentos que quieren encontrar nuevamente dentro del vasto movimiento nacional nacido en el ’45, ejes de reagrupamiento que levante las viejas banderas y que de alguna manera enfrenten a los renovadores cuarentones y licenciados de toda especie que pululan hoy en el movimiento peronista, para que se reproduzcan los hitos revolucionarios del pasado y no hay, en este sentido, otro camino que llegar al acuerdo con Menem, entrar allí y fundar, como lo hacen todos, una línea que algunos compañeros consideran una línea interna que se llamaría la Línea Nacional.
Y la identidad está dada por todos nosotros, por nuestro pasado, por nuestras luchas, por nuestras cárceles y además sobre todo por nuestras esperanzas.
Gracias.
27 de Agosto de 1994, en Buenos Aires