LAS COLONIAS NO APORTAN
Las Riquezas del Congo no Alcanzan para Cubrir los Gastos de Bélgica
Por Victor Almagro
EXCLUSIVO
PARIS.- (Exclusivo) – Desde el tiempo en que el rey de los belgas (el industrioso Leopoldo) era el propietario feliz del Estado Libre del Congo y lo administraba con pingües resultados, ha corrido mucha agua bajo los puentes imperiales. El continente africano, es cierto, continúa suministrando a los exhaustos países imperialistas su río de oro, pero el conjunto de la economía mundial ha sufrido un golpe de muerte. Aun los imperios subordinados, como Bélgica, Holanda o Portugal, sufren las consecuencias de la profunda crisis que devora el orden secular del capitalismo… Bélgica si se deja a un lado las invasiones puramente escenográficas de las tropas alemanas en las dos últimas guerras, no sufrió en su estructura económica ningún daño serio en los conflictos. Pero su destino no podía separase del destino de las otras potencias mayores a las que estaba unida por mil hilos: Gran Bretaña y Francia. La decadencia imperial alcanza tanto a los señores como a los protegidos. Los problemas del rearme (siempre el rearme) alcanzan a Bélgica y turban su tranquilidad tradicional. Las grandes industrias siderúrgicas belgas, que producía locomotoras para sus posesiones africanas- clásica relación económica- están dedicadas hoy a la producción de armamentos, de acuerdo con las pacíficas órdenes de Estados Unidos. Sus exportaciones se mantienen sobre todo en sus industrias químicas, metalúrgicas y metales no ferrosos, pero han caído en todas las demás. La caída de las exportaciones en un país pequeño, altamente industrializado, es un problema mortal. Las propias colonias ya no pueden absorber la producción de las fábricas belgas, que por otra parte no tienen interés en vender a África maquinaria pesada capaz de impulsar la industrialización y por consiguiente de crear un nuevo competidor. Pero la razón esencial de la creciente desocupación obrera en Bélgica se explica por el desarrollo industrial de las antiguas colonias o semi-colonias de las zonas atrasadas del planeta, que acaban de entrar en la política y la economía mundiales sobre la base de poderoso movimientos nacionales. Tal es el caso de Egipto, antiguo comprador de cristalerías belgas y de numerosos artículos de la industria ligera, como papelería, espejos, zapatos, etc. Egipto rechaza los productos belgas porque ya los fabrica en parte su industria nacional. Toda la industria de transformación, incluida la industria del mueble, con sus viejas tradiciones artesenales[1] y obreros especializados que trabajan en muebles finos para clientes muy solventes, se encuentra en crisis. Los mercados extranjeros han sido acaparados por concurrentes más poderosos o por los propios industriales autóctonos que expulsan del mercado a los belgas. Bélgica debe hacer frente a la concurrencia en su propio mercado interior. Se ofrece así el caso sorprendente de que las importaciones de muebles han aumentado en un 600% desde 1948. La industria textil se encuentra casi paralizada y la desocupación alcanza en toda la industria belga índices peligrosos: hay 320.000 obreros desocupados, cifras enormes para 320.000 obreros desocupados, cifra enorme para[1] aumenta sin que se manifieste ninguna demanda de mayor mano de obra, al mismo tiempo que ciertas innovaciones técnicas reducen el numero necesario de trabajadores para la industria. La industria de la construcción ha perdido el apoyo del gobierno y ha reducido sus trabajos. ¡Mientras centenares de miles de obreros belgas están sin trabajo, sufriendo privaciones, las tasas de superbeneficios de la industria siderúrgica ha pasado de 4.400 francos belgas por tonelada en 1950 a 8.070 francos belgas por tonelada en 1951! Tales son los términos de este drama, que no será el último en esta Europa de preguerra.
Articulo publicado en el diario Democracia
Edición del domingo 4 de Mayo de 1952 (Pág. 1)
[1] Debería ir la palabra pero
[1] Error de impresión. Artesenales en vez de artesanales