UNA FARSA QUE SE CONVIERTE EN TRAGEDIA
El Empuje Imperial Yanqui Arrastra a Europa a una Tercera Guerra
Por Victor Almagro
EXCLUSIVO
PARIS. (Especial).- Estados Unidos llevó hasta su más alta potencia la propaganda “ideológica” durante la segunda guerra. Sus periodistas hicieron conocer al mundo que el régimen nazi prefería los cañones a la manteca. Pero Hitler y el capitalismo alemán no ocultaban sus claros objetivos, ni ofrecían a la humanidad el paraíso terrestre. Goebbels no uso jamás el estilo de Rousseau para pedir un lugar bajo el sol colonial a la pesada industria de Alemania. Los políticos de Wall Streets están asimilando cada vez más los métodos del nazismo, pero los cubren con una fraseología “democrática” que hace más repulsiva la mercadería.
Mientras el continente europeo sufre aun las consecuencias de la última guerra mundial y el pueblo de Francia, Alemania, Inglaterra o Italia ve reducido su stándar de vida a niveles semicoloniales, el empuje imperial de Estados Unidos lo arrastra hacia un tercer conflicto militar. Una vez más la manteca es sustituida por los cañones. Pero ya nadie se engaña con la naturaleza del trueque.
Inglaterra sigue adelante
El último viaje de Churchill a Washington ha probado que las divergencias del Imperio Británico con su poderoso aliado han quedado subordinadas a los dictados de Wall Streets. La esencia de la política norteamericana consiste en postergar toda discusión hasta resolver el magno problema de la guerra. Estados Unidos está dispuesto a admitir en esta línea la transformación de una colonia en semicolonia siempre y cuando los gobernantes de la burguesía nacionalista estén dispuestos a llegar a un acuerdo sobre la “defensa de Occidente” y rompan su alianza con las masas. Esto se refiere, claro está, a las naciones coloniales que dependen de otro imperialismo.
En los casos en que un país como Indochina lucha por su independencia nacional en estrecho acuerdo con aliados del Kremlin, Estados Unidos proporciona armas y dinero para contribuir a aplastar ese movimiento. En lo que se refiere a Europa, las clases dominantes de las viejas potencias coloniales no han tenido más remedio que doblar la cabeza ante el SHAPE, vale decir, ante el comando norteamericano del Ejercito Europeo.
El SHAPE se prepara
En las afueras de París, más allá del Bosque de Boulogne y en una zona residencial, se levantan las construcciones prefabricadas del cuartel general del ejército europeo. Allí se prepara la próxima guerra y allí traza diseño de las batallas el general Eisenhower.
Con absoluta tranquilidad de los promotores, nuestra época asiste a una prolija elaboración de un conflicto gigantesco que pondrá en la balanza el destino de la civilización actual. Se discuten en el SHAPE el numero de los combatientes, el género de sus armas, la unidad de los comandos, el rol de la aviación y la marina, las experiencias de Corea y los múltiples problemas derivados de una alianza militar integrada por muchas naciones. Si este hecho no fuera trágico, seria grotesco. El conjunto de la prensa francesa informa con seriedad sobre los detalles cotidianos del plan. Se anuncia, por ejemplo, que el ejército europeo constara de “cuerpos de ejércitos”, integrados por 80.000 hombres, agrupando tres o cuatro nacionalidades diferentes, que los agrupamientos de infantería comprenderán 13.000 hombres y los grupos de blindados y mecanizados contaran con 12.600. Se estudia la organización de la fuerza aérea sobre la base de una mitad de brigada compuesta de 75 aparatos y 1.200 hombres. Al mismo tiempo se aclara que los anunciados grupos de combate (14 franceses y 12 alemanes) no son más que “una hipótesis de trabajo”.
En su último discurso Eden ha dejado de lado sus reservas para una completa integración británica en los preparativos de la guerra. En todas estas declaraciones y proyectos delirantes, la opinión de los pueblos no cuenta para nada. Pero los que están poseídos del delirio son los mismos que tienen el poder y las armas. Tal es la explicación de cómo una farsa puede transformarse en una tragedia.
Artículo publicado en el Diario Democracia
Edición del viernes 15 de febrero de 1952 (Pág. 1)